jueves, 12 de enero de 2017

No tuve suerte en la vida

Hay una publicidad de Olé que nos describe bastante bien. “Me quedé afuera por el cupo de extranjeros”, “una lesión me hizo largar”, “fui a discutir los premios y me hicieron la cruz”. Estas son solo algunas de las excusas por las que los protagonistas de la propaganda no pudieron cumplir sus sueños, pero…  ¿alguien se imagina a Riquelme afuera del fútbol por discutir los premios? ¿Alguien piensa que una lesión podía impedir que Palermo fuera lo que fue? ¿Alguien cree que ser extranjero le podía impedir al chileno Salas triunfar en nuestro país? Bilardo lo echó de Boca por el cupo y fíjate cómo le fue en River…

Pero somos expertos en excusas, para todo. Nuestra realidad, nuestra felicidad o infelicidad, nuestro salario, nuestro trabajo, la clase de amigos que tenemos, nuestras carencias y cualquier otro aspecto de nuestra vida que no nos guste, es culpa de los demás o del destino, nunca de nosotros mismos. Puede ser una lesión inoportuna, un técnico mala onda, el jefe que es un HDP, mi esposa/o que no suma, mis viejos que me arruinaron la vida, mis empleados que no sirven para nada, mis amigos que son unos fallutos, mis hijos que son unos ingratos, etc., etc., etc.

Lo más grave es que mientras sigamos pensando así, nuestra realidad no va a cambiar. A mi pareja la elegí yo, a mi jefe lo admito yo, a mis amigos los elegí yo, a mis hijos los ayudé yo (o no) a construirse . Si soy bueno, por más que el técnico me odie, puedo triunfar en otro lado; si mi jefe es un déspota, puedo exigir cambios o irme –si mis méritos lo sostienen, obvio-; si la lesión no me mató, puedo recuperarme y volver al ruedo; y si mis viejos no fueron como los de la familia Ingalls, cuando me reciba de adulto se acaba el periodo de reclamo.

Nuestra realidad es toda nuestra. Trabajamos (o no) por ella, y tenemos -un poco más o un poco menos- lo que forjamos, lo que intentamos, lo que creimos, lo que soñamos, lo que invertimos.

Claro que hay excepciones y algunos/as tienen mucho más o mucho menos de lo que sembraron. A veces –muy pocas veces- la diosa fortuna es determinante y te entrega un billete ganador o no. Y tu pareja te facilita el camino y el bienestar o te arruina para toda la cosecha. O un Gobierno te hace comprar (o vender) dólares antes que se duplique su valor. Pero el resto -la mayoría- está (con un margen de algún escalón para arriba o para abajo) en el nivel adecuado de acuerdo a cómo transitó la vida.


Nuestra realidad nos pertenece, es toda nuestra. Cuanto antes entendamos eso, podremos empezar a cambiarla o a aceptarla. Mientras tanto, seguí puteando a Cristina. O a Macri. O a tu pareja o ex pareja. O a tu amante. O a tus amigos. O a tus hijos. O a tus viejos. O al destino. La justicia divina, mientras, se caga de risa.