Hay una publicidad de Olé que nos describe bastante bien. “Me quedé afuera por el cupo de extranjeros”,
“una lesión me hizo largar”, “fui a discutir los premios y me hicieron la cruz”.
Estas son solo algunas de las excusas por las que los protagonistas de la
propaganda no pudieron cumplir sus sueños, pero… ¿alguien se imagina a Riquelme afuera del
fútbol por discutir los premios? ¿Alguien piensa que una lesión podía impedir
que Palermo fuera lo que fue? ¿Alguien cree que ser extranjero le podía impedir
al chileno Salas triunfar en nuestro país? Bilardo lo echó de Boca por el cupo y fíjate cómo le
fue en River…
Pero somos expertos en excusas, para todo. Nuestra realidad,
nuestra felicidad o infelicidad, nuestro salario, nuestro trabajo, la clase de
amigos que tenemos, nuestras carencias y cualquier otro aspecto de nuestra vida
que no nos guste, es culpa de los demás o del destino, nunca de nosotros mismos.
Puede ser una lesión inoportuna, un técnico mala onda, el jefe que es un HDP,
mi esposa/o que no suma, mis viejos que me arruinaron la vida, mis empleados
que no sirven para nada, mis amigos que son unos fallutos, mis hijos que son
unos ingratos, etc., etc., etc.
Lo más grave es que mientras sigamos pensando así, nuestra
realidad no va a cambiar. A mi pareja la elegí yo, a mi jefe lo admito yo, a mis
amigos los elegí yo, a mis hijos los ayudé yo (o no) a construirse . Si soy
bueno, por más que el técnico me odie, puedo triunfar en otro lado; si mi jefe
es un déspota, puedo exigir cambios o irme –si mis méritos lo sostienen, obvio-;
si la lesión no me mató, puedo recuperarme y volver al ruedo; y si mis viejos
no fueron como los de la familia Ingalls, cuando me reciba de adulto se acaba
el periodo de reclamo.
Nuestra realidad es toda nuestra. Trabajamos (o no) por
ella, y tenemos -un poco más o un poco menos- lo que forjamos, lo que
intentamos, lo que creimos, lo que soñamos, lo que invertimos.
Claro que hay excepciones y algunos/as tienen mucho más o
mucho menos de lo que sembraron. A veces –muy pocas veces- la diosa fortuna es
determinante y te entrega un billete ganador o no. Y tu pareja te facilita el
camino y el bienestar o te arruina para toda la cosecha. O un Gobierno te hace
comprar (o vender) dólares antes que se duplique su valor. Pero el resto -la mayoría- está (con un margen de algún escalón para arriba o para abajo) en el nivel adecuado de acuerdo a cómo transitó la vida.
Nuestra realidad nos pertenece, es toda nuestra. Cuanto antes
entendamos eso, podremos empezar a cambiarla o a aceptarla. Mientras tanto,
seguí puteando a Cristina. O a Macri. O a tu pareja o ex pareja. O a tu amante.
O a tus amigos. O a tus hijos. O a tus viejos. O al destino. La justicia
divina, mientras, se caga de risa.