Todo
el mundo se pregunta dónde está Santiago Maldonado pero a muy pocos
les interesa saberlo: lo único importante es recoger y reproducir
elementos o versiones que permitan comprometer o ensuciar a los
rivales políticos de turno. Lo que la mayoría busca no es a
Santiago, sino poder culpar a los demás de la suerte del joven
tatuador. De esta manera nuestro país se debate en discusiones
intestinas sobre quién lo desapareció, por qué y cómo, intentando
todos llevar agua para su molino ideológico.
El
sociólogo Max Weber define al Estado como “equipo administrativo
que mantiene el monopolio del uso legítimo de la violencia en la
ejecución de su orden". Esta definición -cuestionable como
todo- le atribuye al Estado la facultad del uso de la violencia para
garantizar el orden, y de esto se valen tanto quienes critican como
quienes justifican el accionar de las Fuerzas de seguridad. A lo
largo de nuestra historia -reciente, inclusive- el Estado ha cometido
abusos de todo tipo, aun en democracia; pero siempre miramos primero
el color del Gobierno de turno para decidir en base a eso si denuncio
y repudio esos abusos o si miro para otro lado.
No
hay pruebas aun de que Gendarmería se haya llevado a Maldonado
-aunque sí muchos testigos que así lo indican-, sin embargo, la
inexplicablemente todavía en funciones Ministra de Seguridad,
Patricia Bullrich solo se limita a decir que la investigación está
abierta pero que no hay elementos concretos para sostener ninguna
hipótesis. En medio de los reclamos y las exigencias, y a más de un
mes de la desaparición del joven, el presidente Mauricio Macri -que nunca
se hizo cargo de su rol de Jefe Estado para encabezar la
investigación- visita una heladería en Tucumán jactándose de
haber degustado sabores exóticos y dejando un mensaje muy claro
sobre el caso Maldonado: no le interesa en absoluto. Al mismo tiempo
Cristina enarbola la bandera en la búsqueda de Santiago porque lo
desapareció el Estado, responsabilizándolo y exigiendo
explicaciones y respuestas inmediatas, abogando porque el Gobierno no
sea autoritario ni concentrador de poder. Sí, leyó bien, la ex
presidente dijo eso olvidando, por ejemplo, que los abusos del Estado
provocaron la muerte de 52 personas en la tragedia de Once -solo por
citar algún ejemplo- y que las condenas a Jaime, Schiavi y las
cabezas de TBA no incluyen a responsables políticos de peso ante
tamaña desidia.
Mientras
tanto, las indagatorias a quienes participaron de la represión y las
pericias a los vehículos de la Fuerza involucrados, no arrojan datos
de ningún tipo sobre la presencia de Santiago. Mientras tanto los
testigos afirman que él estaba ahí y que vieron cómo Gendarmería
lo rodeó, lo golpeó y se lo llevó. Mientras tanto, se lanzan
campañas de todo tipo tratando de convencer a los demás que la
hipótesis propia es la correcta, que la verdad es un objeto que pasa
de mano en mano. Mientras tanto hay gente que se queja porque en las
escuelas hacen política, olvidando que es parte de su tarea ayudar a
construir ciudadanos libres, comprometidos y críticos. Mientras tanto muchos
(muchos, muchos) docentes hacen política partidaria abusando de su
posición y bajando línea a los jóvenes, sin analizar los “Pro y
los Kontra” de dicha actitud.
Mientras
tanto, se tejen especulaciones sobre a quién le conviene que
Maldonado aparezca vivo, que se lo encuentre muerto, o que
directamente no se sepa más nada de él. Mientras tanto, al único
que le sirve saber y contar qué pasó es al propio Santiago, pero
eso, a pocos le importa.