domingo, 3 de septiembre de 2017

El caso Maldonado deja en evidencia a la Argentina de las caretas

Todo el mundo se pregunta dónde está Santiago Maldonado pero a muy pocos les interesa saberlo: lo único importante es recoger y reproducir elementos o versiones que permitan comprometer o ensuciar a los rivales políticos de turno. Lo que la mayoría busca no es a Santiago, sino poder culpar a los demás de la suerte del joven tatuador. De esta manera nuestro país se debate en discusiones intestinas sobre quién lo desapareció, por qué y cómo, intentando todos llevar agua para su molino ideológico.

El sociólogo Max Weber define al Estado como “equipo administrativo que mantiene el monopolio del uso legítimo de la violencia en la ejecución de su orden". Esta definición -cuestionable como todo- le atribuye al Estado la facultad del uso de la violencia para garantizar el orden, y de esto se valen tanto quienes critican como quienes justifican el accionar de las Fuerzas de seguridad. A lo largo de nuestra historia -reciente, inclusive- el Estado ha cometido abusos de todo tipo, aun en democracia; pero siempre miramos primero el color del Gobierno de turno para decidir en base a eso si denuncio y repudio esos abusos o si miro para otro lado.

No hay pruebas aun de que Gendarmería se haya llevado a Maldonado -aunque sí muchos testigos que así lo indican-, sin embargo, la inexplicablemente todavía en funciones Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich solo se limita a decir que la investigación está abierta pero que no hay elementos concretos para sostener ninguna hipótesis. En medio de los reclamos y las exigencias, y a más de un mes de la desaparición del joven, el presidente Mauricio Macri -que nunca se hizo cargo de su rol de Jefe Estado para encabezar la investigación- visita una heladería en Tucumán jactándose de haber degustado sabores exóticos y dejando un mensaje muy claro sobre el caso Maldonado: no le interesa en absoluto. Al mismo tiempo Cristina enarbola la bandera en la búsqueda de Santiago porque lo desapareció el Estado, responsabilizándolo y exigiendo explicaciones y respuestas inmediatas, abogando porque el Gobierno no sea autoritario ni concentrador de poder. Sí, leyó bien, la ex presidente dijo eso olvidando, por ejemplo, que los abusos del Estado provocaron la muerte de 52 personas en la tragedia de Once -solo por citar algún ejemplo- y que las condenas a Jaime, Schiavi y las cabezas de TBA no incluyen a responsables políticos de peso ante tamaña desidia.

Mientras tanto, las indagatorias a quienes participaron de la represión y las pericias a los vehículos de la Fuerza involucrados, no arrojan datos de ningún tipo sobre la presencia de Santiago. Mientras tanto los testigos afirman que él estaba ahí y que vieron cómo Gendarmería lo rodeó, lo golpeó y se lo llevó. Mientras tanto, se lanzan campañas de todo tipo tratando de convencer a los demás que la hipótesis propia es la correcta, que la verdad es un objeto que pasa de mano en mano. Mientras tanto hay gente que se queja porque en las escuelas hacen política, olvidando que es parte de su tarea ayudar a construir ciudadanos libres, comprometidos y críticos. Mientras tanto muchos (muchos, muchos) docentes hacen política partidaria abusando de su posición y bajando línea a los jóvenes, sin analizar los “Pro y los Kontra” de dicha actitud.

Mientras tanto, se tejen especulaciones sobre a quién le conviene que Maldonado aparezca vivo, que se lo encuentre muerto, o que directamente no se sepa más nada de él. Mientras tanto, al único que le sirve saber y contar qué pasó es al propio Santiago, pero eso, a pocos le importa.