domingo, 8 de octubre de 2017

Selección argentina: del “fracaso” de perder finales, a rezar para clasificar.

La realidad dice que Rusia 2018 sigue estando al alcance de un triunfo pero la sensación térmica que transmiten los jugadores en la cancha y los hinchas en la calle, indica que más que ganarle a Ecuador en la altura, varios tendrán que demostrar que están a la altura. No tanto futbolística, sino más bien de carácter y compromiso grupal.
Hasta hace pocos meses -muy pocos, en realidad- no tolerábamos haber perdido las finales que perdimos. “Son unos cagones, amargos, pecho-frío” se escuchaba constantemente a lo largo y a lo ancho de nuestro país. “Fracasados”, “no juegan a nada”, “no sienten la camiseta” eran las quejas que predominaban. Por si hay alguien que no esté al tanto, es necesario aclarar que estos insultos, desprestigios y reclamos se le hacían a una selección que llegó a las 3 finales de los torneos que disputó en los últimos 3 años. Claro, tuvo la desgracia de no ganar ninguna y entonces la mayoría de los argentinos, exitosísimos en cada ámbito en el que se desempeñan, acostumbrados a ser primeros en su trabajo, en sus estudios, en sus roles sociales, en sus familias, etc, no se lo pudieron bancar.
No merecen ser compatriotas nuestros estos perdedores. ¡Segundos! ¡Que asco, que vergüenza, que deshonra! Ni siquiera el pseudo mejor jugador del mundo nos salva. “Es un desastre, camina la cancha, está todo cagado”. “En Barcelona la mete siempre, acá no hace un gol”. El que “es un desastre y no mete un gol” ya hizo 58. Es el máximo goleador histórico y con 10 más llegará al doble de tantos que Maradona. ¡Al doble! Menos mal que no juega a nada y no hace goles… Este “español” que no canta el himno a los gritos, ya jugó con la celeste y blanca 27 partidos más que Diego. Pero no quiere a la Selección…
Seguramente Lío es consciente que el deporte que mejor practicamos los argentinos es el de exigirle al otro todo aquello que no somos capaces de lograr nosotros mismos. En eso sí somos campeones mundiales de punta a punta. ¿Qué dirán aquellos que despotricaron por los subcampeonatos si no clasificamos al mundial? Ya hay versiones que indican que los integrantes del plantel y de los cuerpos técnicos que participaron desde Sabella para acá, serán llevados a Plaza de Mayo para apedrearlos hasta morir. El problema vendrá con el después. ¿Quiénes osarán ponerse la celeste y blanca sabiendo que solo sirve ser campeón? ¿Se animará a calzarse la camiseta alguno de los que asistirían a vituperar física y verbalmente a “los culpables” de semejante deshonra?
Para perder finales hay que tener la aptitud y la templanza de llegar a disputarlas. Y a veces ser segundo o ser primero lo determina algún hecho circunstancial, azaroso. ¿Cuántos de los que se cansaron de putearlos a todos por las finales perdidas darían cualquier cosa por volver a jugar una, aun si les anticiparan que se volvería a perder?

Mientras “La Pulga” y compañía se preparan para -quizás- el partido más sensible de sus carreras, algunos hinchas ofrecen su alma al diablo e imploran ganar “como sea”, y otros desean no clasificar para poder descargar las frustraciones que cargan en su vida con un grupo de gente al que pueden responsabilizar de sus propios fracasos.