El seleccionado se clasificó a octavos al ganarle a Irán 1-0 con un golazo de Messi en tiempo de descuento.
Si
se busca una visión optimista deberíamos enfocarnos en lo positivo de una nueva
actuación mundialista del equipo de Sabella. Para eso debemos hurgar bastante y
destacar las certezas: la tranquilidad de saberse clasificado, la confirmación
del buen momento de Romero -otra vez determinante en el resultado- y la ventaja
de tener al “As de espadas”, que aún jugando un pésimo partido consiguió el
triunfo con una genialidad. Poco, muy poco para lo que se espera de un conjunto
que cuenta con el mejor del mundo y una gran cantidad de individualidades que
brillan en equipos europeos.
Y
allí parece radicar el principal déficit del seleccionado: es un grupo de
enormes figuras, pero ni asoma el trabajo de equipo. Después de la polémica
suscitada por el planteo inicial del técnico frente a Bosnia, con un temeroso e
inocuo 5-3-2 que ofreció los peores 45 minutos en mucho tiempo, pareció que la
solución estaba en escuchar a los jugadores y apostar al tradicional 4-3-3. Por
eso frente a Irán volvió el equipo de memoria, el que conocemos todos. Pero quedó en evidencia que no es cuestión de
tácticas ni planteos. Si Zabaleta, Mascherano y Gago son los jugadores que
más veces tocan la pelota, y casi el 70% de esos balones son jugados hacia
atrás, ¿qué sentido tiene tener a los 4 fantásticos como espectadores de lujo?
Si Messi se queda estancado y molesto del centro hacia la derecha, Agüero e
Higuaín no se mueven ni se muestran como alternativa de pase y Di María
tropieza con la pelota y no aporta salida ni claridad, ¿quién va a
desequilibrar?
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Minuto 90: Messi se inspira y le da la clasificación a Argentina. |
Por
esto Argentina se vuelve un equipo
lento, previsible, inofensivo e impotente. Y porque la pelota la manejan de
la mitad de cancha hacia atrás, no los de adelante, los filosos. Tal el reflejo
de la actuación ante Irán, un conjunto ordenado, solidario y disciplinado que
no solo lo complicó durante los 90 minutos sino que de no mediar las buenas
atajadas de Romero, pudo haberlo ganado. Porque las situaciones más claras y el
dominio del juego le pertenecieron al conjunto iraní, que solo tuvo el 30% de
posesión del balón. Argentina no supo qué hacer con él en el 70% restante.
Los
exitistas dirían, 2 jugados, 2 ganados. Un solo gol en contra y la
clasificación asegurada. Lo realmente importante más allá de la frialdad de los
números es encontrar un patrón de juego. Que la decisión prevalezca sobre las dudas
y las gambetas se tiren hacia adelante en lugar de asegurar el pase atrás
sistemáticamente. Es tiempo de afinar el funcionamiento porque los márgenes se
van achicando y se acerca el momento donde las circunstancias no serán tan
flexibles y los errores y las dudas se canjearán por pasajes de regreso. Para
eso el equipo deberá mostrar
personalidad y decisión no solo desde la dirección técnica sino desde el
césped mismo. Queda un partido más de ensayo para que Argentina encuentre el rendimiento
que le permita dejar de ser candidato potencial y lo convierta en candidato
real, algo que todavía no logró.
Los
buenos jugadores se convierten en leyenda cuando aparecen en circunstancias determinantes.
Todavía no está claro si estos futbolistas tienen tinta suficiente para
inscribir su nombre en la historia grande albiceleste.
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