Argentina debutó ganando ante Bosnia. Fue 2-1 con goles de Kolasinac en contra y Messi para el ganador, mientras Ibisevic descontó cerca del final. Al conjunto albiceleste no le sobró nada.
El
director técnico de la Selección argentina de fútbol traspasó a
sus dirigidos su desconcierto respecto del planteo y la elección de
nombres. De esta forma, los elegidos a último momento para conformar
el once titular no entraron con la confianza necesaria y esto
redundó en un rendimiento muy pobre no solo de Campagnaro y
Rodríguez -los sorpresivos y sorprendidos titulares- sino también
y por efecto dominó, de cada uno de los integrantes del equipo
nacional.
Si
a esta circunstancia le sumamos los nervios de un debut mundialista,
el combo es explosivo y el resultado no podía ser distinto: un
primer periodo de los peores en mucho tiempo, frente a un rival
apenas ordenado y con anemia ofensiva, que hasta colaboró con un gol
en contra tempranero que sin embargo no contribuyó a tranquilizar a
Messi y compañía.
El
equipo saltó a la cancha con 5 en el fondo amontonados pero sin
solvencia, con los del medio desentendiéndose del juego y tocando
hacia atrás sistemáticamente y los de arriba desconectados y
erráticos. Hasta el propio Lío las pocas veces que encaró en esa
primera etapa, se tropezó con la pelota y con los rivales. Apenas
las dos tapadas de Romero, una de ellas abajo -por fin determinante-,
pudieron salvarse del incendio generalizado.
En
el entretiempo Alejandro Sabella tomó nota de sus errores y dio un
golpe de timón que encausó la situación. Gago reordenando el medio
e Higuaín oxigenando a Messi fueron vitales para modificar el
desarrollo y lograr que la selección recobre identidad. Di María
fue más punzante, Zabaleta se animó un poco y Mascherano se
reorientó (le cuesta hacer pie en el mediocampo). Messi se pareció
al del Barcelona y convirtió su segundo gol mundialista con su
inconfundible sello. Hasta hubo momentos de buen juego (pocos) donde
se pudo haber establecido una diferencia determinante que no llegó y
que invitó al sufrimiento -más potencial que real- cerca del final.
Queda
por delante seguir transitando el camino hacia una clasificación
asegurada (no lograrlo sería una hecatombe futbolística), que debe
servir como plataforma de ajuste para cuando comience el verdadero
mundial, en octavos.
Romero
deberá ratificar su buen comienzo y transmitir confianza -en el gol
no tuvo responsabilidad- y habrá que seguir haciendo arreglos en
defensa: lograr que Rojo se asiente, que los centrales dominen el
espacio e impongan autoridad y que Zabaleta se anime a cambiar de
ritmo y jugar para adelante. En el medio Mascherano deberá
comprometerse con una distribución más punzante y menos timorata en
cuanto a lo futbolístico y tendrá que encargarse de equilibrar
-junto a Gago- el ensamble con los 4 fantásticos. Adelante habrá
que esperar que Agüero tome confianza (se lo vio irresoluto e
impreciso), que Di María se enchufe más seguido,que el “Pipita”
sea contundente y que el 10 juegue “su” mundial.
Empieza
el momento clave. Argentina debe convencerse que puede, que está a
la altura de los mejores para discutir el protagonismo y el título.
Ya en Alemania 2006 aquella buena selección de Pekerman no se animó
a ganar y terminó pagando en cuartos ante el local por penales. Es
hora de dejar de amagar para ratificar la candidatura y creer que es
posible. Nuestra Selección no está por encima de los candidatos
naturales, pero puede entrar en la discusión, y para discutirle a
las potencias debe convencerse y convencer. De lo contrario se
extenderá la racha -que ya lleva 20 años- de no sostener la ilusión
más allá del quinto partido.
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