domingo, 6 de enero de 2019

Murió un perro, maten al vecino…


“¡Maten a los asesinos!” “¡Sí, que vayan presos!” “Comprate un revolver y esperalos en la puerta”. “¡Cobardes, despreciables!” “Denunciá, y si no te dan bola llamá gente amiga y dales su merecido” "Cruzate a la casa y clavale un cuchillo a los dos". Estos son algunos de los 149 comentarios que generó un posteo de Facebook en menos de un día de publicado. Y fue compartido por 268 personas que ya sentenciaron y ajusticiaron al “culpable”. ¿Se trata de un asesino serial? ¿Es acaso un delincuente con un prontuario temible? ¿Es alguno de los tantos políticos que nos mienten y roban sistemáticamente? No. Es un vecino acusado injustamente (y por lo tanto, sin pruebas) de envenenar a un perro.

"Por favor compartan". Y, sin tener idea de lo ocurrido, la gente obedece.
La inconsciencia de la persona que fomenta el escrache público se condice con la irresponsabilidad de quienes comparten la publicación y comentan lo que comentan sin tener la más mínima idea de qué fue lo que ocurrió en realidad. Y lo triste es que esto es moneda corriente: todos publicamos y compartimos aquello que nos permite ratificar nuestro pensar o simplemente expresar nuestras broncas, odios e insatisfacciones. Y todos juzgamos, somos fiscales, peritos, abogados y jueces. ¿Esa es la justicia que promovemos, en base a la nada misma?

Mientras tanto, los únicos asesinos en este tema son los comentarios del posteo, que se hacen eco de una acusación falsa y escrachan al “culpable” publicando nombres, domicilios, lugar de trabajo, etc., generando un daño tan irreparable como injusto. Mientras tanto, quien escribe esta nota probablemente tenga que afrontar la acusación y/o el escrache público por ser cómplice del "mata-perro", porque –también tristemente- quien no ataca lo que yo ataco, quien no defiende lo que yo defiendo, es tildado de enemigo y descalificado de por vida para cualquier cosa que quiera exponer.

Lo que se envenena -cada vez más incesantemente- es la cordura, la sensatez, el sentido común. Si tuviéramos el hábito de siempre “chequear la fuente”, mucho de lo que solemos decir –en todos los órdenes- nos daría vergüenza. Hablar es gratis. Quedar como idiotas, también.

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