miércoles, 14 de agosto de 2019

Buscar el mango para llevar dignidad a casa, una tarea difícil que se reflejó en las urnas


La sensación térmica marca dos grados y hay poco viento pero cala el alma. Una mujer empieza a desarmar un bolso mientras su marido trae dos más. Estoy tentado a sentarme en la camioneta a mirar calefaccionado pero necesito saber qué hacen, por qué están ahí, padeciendo tanto frío a las 8 de la mañana de un día que recuerda despiadadamente la crudeza del invierno y la corrida cambiaria y de precios post PASO que, según el presidente, es culpa de quienes no lo votaron.

La señora despliega en un pasto con algo de escarcha, encima de un mantel ajado y agujereado, varias prendas de vestir usadas, a modo de vidriera. Empiezan a llegar otras personas que ocupan distintos lugares. En una hora la plaza estará llena de gente en las mismas condiciones ofreciendo tortillas, bolitas de fraile, herramientas viejas y no tanto, manualidades, muebles en desuso y todo aquello que en la casa ocupa lugar y puede ser reemplazado por algún billete que permita llevar un plato de comida al hogar. Son más los vendedores que los clientes pero ellos están ahí, firmes, estoicos, congelados, casi resignados.

La escena es en la plaza de Atalaya, uno de los corazones matanceros donde el escrutinio arrojó más del 60% para el Justicialismo y poco más del 20 para la lista del PRO. Quizás Macri, tan enojado con quienes no lo votaron porque “quieren volver al pasado”, pretendía que esta gente lo apoye en el cuarto oscuro. Contra la “Zoncera de las choriplaneras” -tan bien descrita por el Magister en comunicación Mauro Brissio- hay que decir que ellos y ellas no están pidiendo planes o asistencia social: está buscando dignidad, se la están procurando. Quieren llevar comida a casa, poder comprar una garrafa para cocinar y que sus hijos no mueran de frío: en suma, ganarse el mango.

Van martes, jueves y sábados desde temprano hasta poco después del mediodía. Y venden lo que tienen, lo que consiguen, lo que pueden. También esta plaza, otros días pero con mucha de esta misma gente, se convierte en el centro del trueque: todo sirve para “parar la olla”. Por suerte no se enteraron que son los responsables de la corrida cambiaria por haber votado como votaron. Ni escucharon las acusaciones de un presidente que -además de irritado- está perplejo, paralizado y con una incapacidad manifiesta casi patética. Mientras, la devaluación profundiza la pobreza y la escalada de precios es despiadada.

El binomio Fernandez-Fernandez le sacó la escandalosa diferencia de 17 puntos y muchos piensan que Macri es incapaz de modificar eso pero los va a sorprender: al paso que va, la diferencia en octubre superará los 20 puntos y pasará de ser paliza a humillación. Una pena para los vendedores de la plaza, que con la primavera ya casi instalada, serán culpables también de eso.


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