domingo, 22 de marzo de 2020

Cuarentena: aprendemos a vivir o nos resignamos a morir


Recién van 48 horas del aislamiento social, preventivo y obligatorio y ya hay más de 3200 detenidos por infringir la oportuna, previsora e imprescindible norma establecida por el Presidente Alberto Fernández a través de un DNU. Para tomar dimensión de la gravedad de este hecho es necesario considerar que los aprehendidos son apenas un pequeño porcentaje de las personas que, pudiendo no salir de sus casas, se dedicaron a dar una vuelta por ahí, a hacer footing o ciclismo, a “hacer esquina”, a irse de picnic o a “ejercer su derecho” de andar libremente. Y esto sucede porque no alcanzan las fuerzas de seguridad para controlar cada rincón del país y a cada inconsciente que se desinterese del bien común.
Si no circulamos, no circula el virus
Claramente la clave está en que entiendan la situación y quizás su propio desprecio por su vida y por la de los demás pueda servir de ejemplo para tomar conciencia: si no fueron detenidos a pesar de cagarse en las normas y en el prójimo fue porque las fuerzas de seguridad no dan abasto para controlar y apresar a tanto idiota. Usted me dirá ¿y? Bueno... si hay muchos infractores no hay policía que alcance y así los egoístas irresponsables pueden seguir rompiendo las reglas durante algunos días más sin ser alcanzados por los efectivos del Estado dispuestos para tal fin. Y lo grave, preocupante e irreversible es que si lo que se multiplica como los infractores son los infectados, tampoco van a dar abasto las instituciones y el personal de salud para atender a tanto enfermo y la consecuencia de esto va a ser muy distinta a la de seguir paveando en la calle: la gente que necesita atención médica y no la recibe, se muere. Y cuando los infectados se multiplican tan rápido (como está sucediendo en cada lugar del mundo en que se subestimó la situación del mismo modo que hace cada uno/a de los que no respetan la cuarentena) no hay manera de que haya disponibles ni médicos, ni enfermeros, ni camas, ni medicamentos, ni respiradores ni espacio físico donde atenderlos.
Una vez más queda en evidencia que la única manera de vivir en sociedad y no morir en el intento (nunca tan literal) es respetar las normas. Las pautas de convivencia se establecen buscando el bien común y aunque muchos/as sientan que no están alcanzados por esa premisa, es buen momento para llamarse a la reflexión y entender que situaciones excepcionales exigen comportamientos excepcionales. Si la pandemia requiere aislarse socialmente como única medida eficaz para detenerla y que todo esto no devenga en un caos inmanejable, no queda otra que colaborar y entender que si los expertos están desesperados y piden a gritos al planeta entero que se aísle, es porque quizás el panorama es más oscuro y pesimista de lo que podemos ver los ciudadanos comunes.
El virus ya circula mucho más en Argentina, se está extendiendo por todo el territorio y está a la vuelta de la esquina. De este modo, es cada vez más probable que nos topemos con él en alguna persona, en algún objeto, en el suelo que pisamos, en la estantería del supermercado o en el paquete de galletitas al que alguna gotita de saliva de algún infectado pudo caerle encima, solo por citar algunos ejemplos. Es imprescindible entender esto y tomar los recaudos necesarios aunque nos parezcan exagerados: al fin al cabo es mejor quedar como exagerado que como estúpido. Y de la exageración se puede volver pero de una inconsciencia irresponsable que genere un caos sin precedentes en la historia de la humanidad, no.
En este punto es importante destacar que mirar al mundo puede darnos una mano y en ese sentido contamos con ventaja porque el virus nos llegó mucho después. España e Italia, por ejemplo (sobre todo éste último) hicieron todo mal y tarde y en 20 días sus calles vacías se convirtieron en una escena de película de terror postcatástrofe, con 72.000 infectados y más de 6.500 muertos amontonados en morgues improvisadas. Mientras tanto China, primer afectado a nivel mundial, ya empezó a controlar la pandemia y hoy tuvo su primer infectado tras 4 días sin nuevos enfermos locales. Claro, nosotros tenemos más influencia española e italiana en la sangre y, por lo tanto, tenemos menos apego a las normas, casi ninguno, diría. No tenemos la disciplina ni la conciencia social de los orientales pero esta es nuestra oportunidad de revisar esas conductas que en general nos ofrecen más tropiezos que avances.
Estamos en un momento bisagra de nuestra historia, de reposicionamientos políticos, económicos, sociales y culturales. Si usted piensa que esto es ridículo, exagerado o anticientífico, es respetable pero... ¡cuídese y aíslese igual, por las dudas! Si no lo hace por usted hágalo por sus seres queridos y por quienes lo rodean, que seguro debe haber gente que vale la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario