jueves, 14 de enero de 2021

Covid 19: ¿virus respiratorio o "encerratorio"?

Ella tuvo síntomas y automáticamente lo comunicó y se aisló en su casa con su padre. Mientras, empezaron a buscar protocolos oficiales sobre cómo manejarse y dónde acudir para hacer el test que confirme o desestime el diagnóstico más pensado y menos deseado. Tras búsquedas infructuosas, con mucha información oficial que desinforma, consiguieron hacer la prueba recién 8 días después, teniendo que esperar 72 horas para el resultado. Hoy, a diez días de aquel malestar que solo duró 3, le confirmaron el positivo y la conminaron a permanecer aislada 10 más, contando como primero cuando le hicieron el test, agregando al encierro más tiempo que las dos semanas establecidas por protocolo.

De esto se deduce que uno empieza a curarse cuando le notifican la enfermedad, no cuando la cursa, ya que si le hubieran hecho el test aquel primer día, hoy, al cumplirse la decena, ya estaría curada, según se desprende del mismísimo reporte oficial de epidemiología de La Matanza que textualmente reza que: “debe cumplir aislamiento obligatorio de 10 días contando la fecha de toma de muestra”, periodo luego del cual, le enviarán el alta sanitaria. Este criterio es tan insolvente como ridículo y hasta apela a incapacidades intelectuales preocupantes, ya que si las enfermedades solo realizan su proceso a partir del diagnóstico efectivo de autoridad competente, todos aquellos que tuvieron gripe en 2020 pero no fueron al médico, todavía están enfermos y se curarán recién al séptimo día de su confirmación; mientras tanto, estarán contagiando a todo mundo, irresponsablemente.


Claramente la ironía pretende reflejar la suma de incoherencias de las autoridades respecto a la evolución de una enfermedad de la que aún hoy, un año después, siguen sin ofrecer datos concretos y certeros acerca de su impacto real. Muchos dirán: “murieron 45 mil personas en Argentina por Covid, ese es un dato concreto”, pero... en esa estadística figuran dos positivos “confirmados” en la casa de la protagonista de esta historia pero al padre no lo hisoparon ni tuvo inconvenientes. Y en una familia tipo, el número se multiplica por 4 porque solo testean a un integrante por hogar y “solidarizan” el resultado. Esto echa un manto de duda no solo sobre las cifras sino también sobre la veracidad de todo lo circulante al respecto. Algo irrefutable, por ejemplo, son los 32 mil muertos en 2019 en nuestro país a causa de la gripe, porque este número no contiene positivos “solidarios”, convivientes o "convenientes". Sin embargo, esa cifra no alarmó a los gobernantes, ni a los medios de comunicación, ni a usted ni a mí.

Otro aspecto preocupante de este entuerto es la falta de información fehaciente sobre lugares donde hisoparse, lo que, en teoría, echaría luz al estado de salud real de todos y todas. Y cuesta mucho atribuir esto a descuidos o ineptitud, más bien parece desidia, en un mundo atravesado por vías de comunicación tan eficaces como inmediatas. Solo citando dos ejemplos constatados, ni el hospital Germani, ni el Balestrini testean, a pesar de figurar en páginas oficiales. Y a los móviles del Plan Detectar cuesta localizarlos ya que –al menos en La Matanza- no hay un mapa y/o cronograma oficial de su funcionamiento y cuando por fin nuestra víctima –y no del Covid- encontró uno, no hacían el test ese día “por la lluvia”, aunque había llovido, pero a la madrugada.

Para completar el combo de informaciones confusas que harían dudar hasta al más acérrimo apoyador de gobiernos de turno, el “Plan Buenos Aires vacunate”, destinado en principio a grupos de riesgo y que en su página oficial figura como optativo, exige registrarse para quedar a la espera de la convocatoria. En ese registro “voluntario” pregunta si uno tiene decidido vacunarse y ofrece 3 opciones: “sí”, “no” y “aún no lo decidí”; sin embargo, la única respuesta admitida para completar el formulario es “sí”, los otros dos botones no remiten a ningún registro y sencillamente ignoran el clickeo. ¿Coincidencia? ¿Mal funcionamiento de la página? Lo cierto es que si, para registrarte solo podés responder “sí, me voy a vacunar”, lo del registro optativo pudiendo decidir después no estaría siendo tan veraz.

Por otra parte, si bien el sector de epidemiología de La Matanza ofrece un seguimiento telefónico y vía mail que atiende pacientes a la hora de acompañar la evolución de la enfermedad, evidentemente son muchas las incógnitas y pocas las certezas en torno a los procesos a seguir. E incomprensiblemente también, en www.argentina.gob.ar hay info sobre las restricciones pero no tanto sobre qué hacer si uno tiene síntomas, al tiempo que en “preguntas frecuentes”, solo hay datos sobre la vacunación y los “teléfonos útiles” solo dan respuestas automatizadas que remiten a aislarse e ir en procura de un hisopado muy difícil de encontrar.

Las certezas ofrecen tranquilidad, permiten trazar un norte, proyectar una forma de vida. Sin embargo, ante tamaña confusión generada por quienes debieran aportar claridad, el encierro muchas veces parece ser el objetivo y no la consecuencia de la pandemia. Ya lo sentenció George Orwell en su célebre 1984: "La mentira elegida pasaría a los registros permanentes y se convertiría en la verdad".

sábado, 9 de enero de 2021

Doble moral: la argentinidad al palo

 

“Quedate en casa”, repitió Alberto hasta el hartazgo –incluso enojado- y, además de fotografiarse en comidas y reuniones sin barbijo, organizó un funeral tan demagógico como innecesario y peligroso, para un millón de personas. “Son unos descerebrados/as” decían muchos/as sobre quienes asistieron a la despedida del astro, sin embargo después aparecieron en las multitudinarias vigilias y marchas pro aborto. Macri se preocupa ahora por la pobreza pero no formaba parte de su vocabulario cuando en su gestión superó la friolera cifra del 40%. El precio del dólar y la inflación eran fundamentales y publicación cotidiana para muchos/as hace un puñado de meses y ahora desaparecieron de las redes (y aparecieron los de enfrente, con esos temas que antes omitían). La justicia está comprada si procesa a tal o cual pero fulano/a es considerado/a inocente si es sobreseído por esa misma justicia. “Será el cristal con que se mira, que ve distinto lo que es igual” dice una canción que pretende denunciar este doble discurso pero su autor en sus presentaciones no siempre canta algunos párrafos de protesta cuando quien gobierna es de su color político.


En tiempos de nuevas restricciones nocturnas a la circulación, pocos se detienen a pensar que el colectivo resulta de la suma de las partes, lo que en general –verdad de perogrullo- incluye a las partes. Claro que esto exige revisión de conductas, acciones y omisiones, tanto propias como de terceros, tarea que no siempre es fácil de concretar.

“El rebrote es culpa de la juventud”, declaran adultos que olvidan quiénes enseñaron a esas juventudes a ser como son. “La vacuna no me la pongo ni loco porque no es segura”, declaman quienes nunca supieron cuánto de seguridad tenían todas las que se pusieron en sus vidas. La lista de ejemplos de este estilo podría llenar las páginas de un libro pero no es la idea, la intención es invitar a la reflexión interna y entender que, por más que resulte sencillo y práctico, nunca es solución echarle la culpa a los demás: no esperes resultados distintos si seguís actuando igual.

Lo que está mal está mal, lo haga quien lo haga. La justicia es justa o es corrupta pero eso no depende de a quién condene o a quién libera. Los jóvenes no son lo que son –para bien y para mal- porque un repollo los educó así: fue esta sociedad, estos gobiernos, estas escuelas, estos padres, instancias en las que todos y todas, por acción o por omisión, somos protagonistas.

Usted podrá decirme: yo desde mi lugar no puedo modificar nada y hasta quizás tenga razón pero, por ejemplo, si cada docente se ocupara de que nuestros jóvenes aprendan en lugar de quejarse del sistema -y escudarse en él-, lo más probable es que tengamos más estudiantes mejor preparados/as que los/as que tenemos. Si quienes denuncian la pobreza –porque les preocupa genuinamente-, lo hicieran siempre y no dependiendo del color del gobierno de turno, lo más probable es que haya más y mejores programas para combatirla. Si todos/as convirtiéramos en actos nuestros dichos, la coherencia se impondría por goleada a la hipocresía y de ese modo es bastante más probable que uno se cuide si quien me lo recomienda me demuestra que lo hace y no a la inversa. Si quienes defienden la vida, además de enarbolar la bandera mediática del aborto, lucharan con el mismo ahínco por los/as abuelos/as que se mueren esperando que el sistema de salud los atienda –que son muchos más que quienes fallecen por abortos clandestinos-, la defensa por la vida empezará a estar respaldada con hechos. Cuando empecemos a revisarnos, seguramente estaremos empezando a cambiar algo. Mientras tanto, estaremos dándole la razón a Bertrand Russell cuando afirma que “la humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica”.