sábado, 9 de enero de 2021

Doble moral: la argentinidad al palo

 

“Quedate en casa”, repitió Alberto hasta el hartazgo –incluso enojado- y, además de fotografiarse en comidas y reuniones sin barbijo, organizó un funeral tan demagógico como innecesario y peligroso, para un millón de personas. “Son unos descerebrados/as” decían muchos/as sobre quienes asistieron a la despedida del astro, sin embargo después aparecieron en las multitudinarias vigilias y marchas pro aborto. Macri se preocupa ahora por la pobreza pero no formaba parte de su vocabulario cuando en su gestión superó la friolera cifra del 40%. El precio del dólar y la inflación eran fundamentales y publicación cotidiana para muchos/as hace un puñado de meses y ahora desaparecieron de las redes (y aparecieron los de enfrente, con esos temas que antes omitían). La justicia está comprada si procesa a tal o cual pero fulano/a es considerado/a inocente si es sobreseído por esa misma justicia. “Será el cristal con que se mira, que ve distinto lo que es igual” dice una canción que pretende denunciar este doble discurso pero su autor en sus presentaciones no siempre canta algunos párrafos de protesta cuando quien gobierna es de su color político.


En tiempos de nuevas restricciones nocturnas a la circulación, pocos se detienen a pensar que el colectivo resulta de la suma de las partes, lo que en general –verdad de perogrullo- incluye a las partes. Claro que esto exige revisión de conductas, acciones y omisiones, tanto propias como de terceros, tarea que no siempre es fácil de concretar.

“El rebrote es culpa de la juventud”, declaran adultos que olvidan quiénes enseñaron a esas juventudes a ser como son. “La vacuna no me la pongo ni loco porque no es segura”, declaman quienes nunca supieron cuánto de seguridad tenían todas las que se pusieron en sus vidas. La lista de ejemplos de este estilo podría llenar las páginas de un libro pero no es la idea, la intención es invitar a la reflexión interna y entender que, por más que resulte sencillo y práctico, nunca es solución echarle la culpa a los demás: no esperes resultados distintos si seguís actuando igual.

Lo que está mal está mal, lo haga quien lo haga. La justicia es justa o es corrupta pero eso no depende de a quién condene o a quién libera. Los jóvenes no son lo que son –para bien y para mal- porque un repollo los educó así: fue esta sociedad, estos gobiernos, estas escuelas, estos padres, instancias en las que todos y todas, por acción o por omisión, somos protagonistas.

Usted podrá decirme: yo desde mi lugar no puedo modificar nada y hasta quizás tenga razón pero, por ejemplo, si cada docente se ocupara de que nuestros jóvenes aprendan en lugar de quejarse del sistema -y escudarse en él-, lo más probable es que tengamos más estudiantes mejor preparados/as que los/as que tenemos. Si quienes denuncian la pobreza –porque les preocupa genuinamente-, lo hicieran siempre y no dependiendo del color del gobierno de turno, lo más probable es que haya más y mejores programas para combatirla. Si todos/as convirtiéramos en actos nuestros dichos, la coherencia se impondría por goleada a la hipocresía y de ese modo es bastante más probable que uno se cuide si quien me lo recomienda me demuestra que lo hace y no a la inversa. Si quienes defienden la vida, además de enarbolar la bandera mediática del aborto, lucharan con el mismo ahínco por los/as abuelos/as que se mueren esperando que el sistema de salud los atienda –que son muchos más que quienes fallecen por abortos clandestinos-, la defensa por la vida empezará a estar respaldada con hechos. Cuando empecemos a revisarnos, seguramente estaremos empezando a cambiar algo. Mientras tanto, estaremos dándole la razón a Bertrand Russell cuando afirma que “la humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica”.

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