“Si bien todos queremos ganar la Copa, quiero decirte que más allá del resultado, hay algo que no te va a sacar nadie: atravesaste a cada uno de los argentinos”. La periodista Sofía Martínez sorprendía al capitán instantes después haber conseguido el pasaje a la final del mundo, diciéndole lo que sus admiradores hubieran querido pero no tuvieron la posibilidad o simplemente no supieron cómo. Por si no había sido lo suficientemente elocuente, Martínez continuó: “No hay nene que no tenga tu remera, la original, la trucha, la inventada o la imaginaria. Marcaste la vida de todos". "Para mí es más grande que cualquier copa del mundo y eso no te lo va a sacar nadie”.
Es preciso aclarar que esta nota la escribe uno
de los más atravesados de manera indeleble por su magia y magnetismo, con lo
cual todo lo escrito estará ineludiblemente condicionado por eso. Además de
embelesado admirador, me convertí en su furioso y rústico defensor -siempre al
borde de la roja- porque, aunque usted
no lo recuerde, durante muchos años fue tan atacado, insultado y denigrado que
había que intentar hacer justicia con ese muchacho que recorría miles de
kilómetros solo para ponerse la celeste y blanca, jugar y volverse. Que
relegaba sus horas de descanso, hacía más goles que cualquiera y sufría como
nadie cada resultado adverso. Que no protestaba, no le echaba la culpa a nadie,
seguía trabajando, buscando mejorar y darle al fútbol argentino aquello que
todos anhelábamos. Cabe aclarar que aun se buscan de manera infructuosa los
pergaminos, títulos y –sobre todo- las emociones generadas por aquellos
acérrimos detractores que hacían campaña en su contra exigiéndole títulos y
alegrías, quizás para sacudir sus pálidas existencias.
Se podría continuar la editorial tirando
números y estadísticas que a Leonel lo colocan en la cima de la historia del
fútbol mundial, con varios escalones por encima de quien pretenda disputarle el
trono pero no, la intención es destacar la inmensidad del 10, más allá de sus records.
No hay nene futbolero –ni adulto- que pueda evitar un desborde de emociones si lo
ve de cerca. Ni hablar si consigue alguna palabra, una foto o su firma. Claramente
su magia a la hora de acariciar la pelota es –valga la paradoja- el puntapié
inicial para tamaña devoción pero, sin dudas, ésta se asienta también en
muchos otros aspectos en los que el rosarino es referente indiscutido: sencillez,
disciplina, educación, respeto, trabajo, compromiso, compañerismo y
responsabilidad son algunas de sus características. Y quizás ése sea su mayor
legado: que nuestros jóvenes tienen como ídolo a un tipo que es un ejemplo de
laburo, de perseverancia, de esfuerzo, de humildad. Alguien que trata bien a
los demás, que no le echa la culpa al otro, que no levanta la voz, que ama y
respeta a su familia.
Parafraseando la publicidad de las
coincidencias, para quienes se quedan con las emociones como sustento de los
momentos significativos de la vida, tenemos todo lo que entregó y entrega,
conmovió y conmueve Leonel. Para quienes necesitaban la copa para valorarlo o
admitir su grandeza, también tienen ahora el vil metal, con goles en todas las
instancias, con dos en la final, siendo figura en cada encuentro y rompiendo los records mundialistas que tuvo a su alcance.
Ojalá seamos muchos más los que miramos la vida
en base a los caminos y los modos de transitarlos, por encima de los resultados
muchas veces injustos, caprichosos y azarosos y que de ningún modo definen
nuestra valía. “Ojalá te lo lleves en el
corazón (el amor y agradecimiento de la gente) porque creo que es más importante que una Copa del Mundo y eso ya lo
tenés, así que gracias Capitán", cerraba su monólogo la periodista
Martínez. Ojalá Messi lo sienta en su corazón como lo sentimos todos nosotros.
Bah, la mayoría… Y gracias por tanta emoción, eternas, doradas y mágicas
gracias.
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