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de cada 10 argentinos “festejará” fin de año sumergido en la
pobreza y 1 de cada 10 llegará sin tener qué comer y mucho menos
por qué brindar -directamente hundido en la indigencia- graficando
una realidad que más allá de los números es el fiel reflejo de lo
que dejará el gobierno de Mauricio Macri, quien anoche se dedicó a
chicanearse con sus oponentes por televisión y habló sobre los
temas “que preocupan a los argentinos” olvidando un detalle:
cuando hay hambre ningún debate importa ya que nada preocupa (y
ocupa) más que llevar comida a casa.
Las
temáticas fueron variadas y “muy interesantes” y el formato
fue monótono, aburrido y aportó muy poco acerca de las cuestiones
que realmente interesan. El hambre, concretamente, fue abordado por
Fernández y nadie se trenzó en esa discusión “estéril” que
terminó ocupando escasos minutos en la sumatoria de los domingos en
que los candidatos “discutirían” sus propuestas en vivo.
Tras
una semana convulsionada mediáticamente por las declaraciones
(siempre desafortunadas) del presidente sobre el vídeo viralizado de
un humorista explicando las razones por las que iba a volver a votar
a Cambiemos, se recrudeció la polémica. Resurgieron los insultos,
la discusión de proyectos y la descalificación de las opiniones
contrarias olvidando que al 35,4% de pobres le importa muy poco todas
esas estupideces: necesita imperiosamente asegurarle el alimento a
sus hijos. Claudio Rico, de él se trata, había utilizado la
metáfora de la administración casera a cargo de mamá o de papá,
ejemplificando con Cristina y con Macri y explicando que debido al
despilfarro de ella ahora él debe ajustar gastos. Y de ese modo
tienen que dejar de comer afuera, no ir más al teatro, abandonar
actividades extracurriculares de sus hijos, recortar el shopping,
etc, etc. Su opinión es válida, puede sonar coherente y no tiene
por qué no ser honesta pero olvidó un detalle: él y sus hijos
tienen la panza llena. Y entonces pueden intentar reorganizar gastos,
redireccionar erogaciones y proyectar a mediano y/o largo plazo. El
problema es que el hambre es urgente, no admite espera, exige
resolución inmediata y sume en la desesperación a quienes no pueden
“parar la olla”.
Es
probable que se pueda administrar mejor y es probable que no se pueda
vivir a tarjeta pagando el mínimo, el asunto explota cuando lo que
se “tarjetea” son necesidades básicas: comida, ropa, higiene,
salud, escolaridad. Y recrudece cuando no se prende la estufa porque
no se puede pagar la boleta de gas o de luz en un invierno tan crudo como la realidad. Ahí no hay recorte de
gastos que valga porque... ¡esos gastos no se pueden recortar! Y si
un Gobierno te corta la tarjeta en esas circunstancias sin darte
opciones o paliativos y sin regenerar ingresos, directamente te abandona. Y
resulta lo que resulta: Argentina terminará 2019 con más de 17
millones de pobres y casi 4 millones de indigentes.
Esto
explica por qué el 70% de la población no va a votar por el actual
presidente aunque éste se enoje y llame a “votar con la cabeza”.
Macri se olvida que el cerebro -por suerte- también responde a
emociones. Y la angustia, la desazón, la desesperanza, el desánimo,
la impotencia y la desesperación son sensaciones que tienen un peso
específico que el Primer Mandatario desconoce y, por lo tanto, no
puede dimensionar.
La
economía argentina caerá este año más del 3% y se estima que el
año que viene también se contraerá. Los pronósticos más
auspiciosos indican que recién en 2021 -si se reencausa el rumbo y
el viento sopla a favor- podría empezar a crecer alrededor del 1%
anual. Si se tiene en cuenta que, según el Centro de Estudios
Distributivos (CEDLAS) de la Universidad de La Plata, para disminuir
la pobreza un 10% hay que crecer durante 6 años consecutivos al 3%,
el panorama se presenta más que complicado.
En
este contexto, no solo en el debate sino también -y sobre todo- en
los Medios masivos la mayoría sigue discutiendo sobre proyectos,
alianzas, estrategias, acusaciones, pasado y presente pero olvida lo esencial. Y mientras no se entienda que hay cosas que no pueden
esperar, no hay chances de mejorar. Para cambiar la realidad primero
hay que entenderla y aceptarla, y mientras no se ponga a la pobreza y
a la indigencia como trending-topics de los discursos y de los
hechos, toda otra discusión resultará inútil e insultante.
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