La evolución constante,
apabullante e ilimitada de las nuevas tecnologías impacta cada vez más sobre lo
cotidiano. Ya no es un fenómeno reservado solo para aquellos que viven
corriendo detrás de lo último, lo más moderno o lo más nuevo (carrera en la que
nunca se gana porque “lo último” saldrá mañana). La vorágine afecta nuestra
relación con nosotros mismos y con nuestro entorno cercano.
Esta situación tiene varios
costos. Por un lado el económico, que muchas veces lleva a tener las tarjetas o
las líneas de crédito al límite, analizando y persiguiendo el próximo objetivo
de compra cuando aún no se ha concluido el pago del anterior, ni se tiene la
certeza de hacerlo.
La salud física y mental es otro
de los aspectos involucrados. La tecnoadicción es un término cada vez más
habitual y peligroso, como cualquier otra adicción. Sergio Sinay, consultor e
investigador de los vínculos humanos, en su libro “Conectados al vacío” sostiene
que los adictos a las tecnologías de la información y la conexión (TIC)
presentan síntomas similares a los que padecen los que sufren por tabaco,
drogas, alcohol, sexo, etc: “… parten de
un vacío interior, se ilusionan con la idea de que ese vacío puede ser llenado
desde afuera por alguien o algo que tiene aquello que les falta. Como esto no
es así, la calma que produce el consumo resulta siempre provisoria y cada vez
más fugaz, lo que lleva a aumentar las dosis en procura del mismo efecto”.
Esto explica las estadísticas que
sostienen que la inserción y dependencia de los vínculos establecidos a través
de las redes sociales son cada vez más demandantes y aíslan al individuo de las
relaciones reales, al tiempo que modifican sus horas de descanso, de recreación
y alimentación, lo que trae aparejado problemas de salud y de conducta.
La relación intimidad-privacidad
es otro de los ítems que han ido variando. En la actualidad la vida de los
adictos a las redes prácticamente no tiene secretos para los demás, está todo
al alcance de la mano, basta con hacer “click” para enterarse de situaciones
que antes solo estaban reservadas a su círculo más cercano.
Una frase muy conocida de John
Lennon dice: “La vida es eso que pasa mientras estás distraído con otras
cosas”. Al respecto, Sinay sostiene:
“…Ahora la frase de Lennon cobra una nueva
luz y puede formularse así: ‘la vida es eso de lo que te ausentas mientras
estás conectado’. Mientras, tus ojos se
desgastan la mayor parte del tiempo anclados a una pantalla y a las
instrucciones que ésta emite (“haga click”, “¿de veras quiere borrarlo?”,
“¿quiere incorporar un nuevo contacto?”, etc.)… Mientras, tus oídos se cierran
ante los sonidos de la vida (voces, cantos, viento, lluvia, etc.) y van
perdiendo la capacidad carcomidos por los decibeles de los auriculares a los
que cada vez debes subir más el volumen porque tus tímpanos están destruidos… Mientras,
aceptas y compartes con un desconocido conectado pero le temes y escapas a una
persona de carne y hueso que se te acerca…”.
Sabemos que en la actualidad, cada
año, cada mes, prácticamente cada día cambian las computadoras, los celulares, los
coches. Evolucionan. Sus funciones se multiplican, las pantallas se agrandan,
las conexiones a internet son mejores, más veloces y cada vez más “necesarias”.
Esta evolución nos obliga a
seguirla, casi a correrla. Estamos
siempre “yendo hacia” y eso nos impide disfrutar porque siempre estamos “en
busca de” sin apreciar qué hacemos, con quién lo hacemos y dónde estamos. Por
otra parte, y sobre todo las nuevas generaciones, interactúan y se relacionan
socialmente a través de las pantallas mucho más de lo que se hacía
tradicionalmente a través del contacto humano con sus referentes cercanos como
familia, escuela, instituciones barriales, etc.
Las redes sociales achican
distancias y brindan elementos que pueden facilitar aspectos laborales,
sociales, económicos, etc. El peligro
radica en que dejen de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo, que
nuestra vida “suceda” a través de ella. Mayor conexión no implica
necesariamente mayor comunicación. Como en todo, es imprescindible establecer
un equilibrio entre ambas.
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