jueves, 12 de diciembre de 2013

Conectados e incomunicados.

La evolución constante, apabullante e ilimitada de las nuevas tecnologías impacta cada vez más sobre lo cotidiano. Ya no es un fenómeno reservado solo para aquellos que viven corriendo detrás de lo último, lo más moderno o lo más nuevo (carrera en la que nunca se gana porque “lo último” saldrá mañana). La vorágine afecta nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro entorno cercano.
Esta situación tiene varios costos. Por un lado el económico, que muchas veces lleva a tener las tarjetas o las líneas de crédito al límite, analizando y persiguiendo el próximo objetivo de compra cuando aún no se ha concluido el pago del anterior, ni se tiene la certeza de hacerlo.
La salud física y mental es otro de los aspectos involucrados. La tecnoadicción es un término cada vez más habitual y peligroso, como cualquier otra adicción. Sergio Sinay, consultor e investigador de los vínculos humanos, en su libro “Conectados al vacío” sostiene que los adictos a las tecnologías de la información y la conexión (TIC) presentan síntomas similares a los que padecen los que sufren por tabaco, drogas, alcohol, sexo, etc: “… parten de un vacío interior, se ilusionan con la idea de que ese vacío puede ser llenado desde afuera por alguien o algo que tiene aquello que les falta. Como esto no es así, la calma que produce el consumo resulta siempre provisoria y cada vez más fugaz, lo que lleva a aumentar las dosis en procura del mismo efecto”.
Esto explica las estadísticas que sostienen que la inserción y dependencia de los vínculos establecidos a través de las redes sociales son cada vez más demandantes y aíslan al individuo de las relaciones reales, al tiempo que modifican sus horas de descanso, de recreación y alimentación, lo que trae aparejado problemas de salud y de conducta.
La relación intimidad-privacidad es otro de los ítems que han ido variando. En la actualidad la vida de los adictos a las redes prácticamente no tiene secretos para los demás, está todo al alcance de la mano, basta con hacer “click” para enterarse de situaciones que antes solo estaban reservadas a su círculo más cercano.
Una frase muy conocida de John Lennon dice: “La vida es eso que pasa mientras estás distraído con otras cosas”. Al respecto, Sinay sostiene: “…Ahora la frase de Lennon cobra una nueva luz y puede formularse así: ‘la vida es eso de lo que te ausentas mientras estás conectado’.  Mientras, tus ojos se desgastan la mayor parte del tiempo anclados a una pantalla y a las instrucciones que ésta emite (“haga click”, “¿de veras quiere borrarlo?”, “¿quiere incorporar un nuevo contacto?”, etc.)… Mientras, tus oídos se cierran ante los sonidos de la vida (voces, cantos, viento, lluvia, etc.) y van perdiendo la capacidad carcomidos por los decibeles de los auriculares a los que cada vez debes subir más el volumen porque tus tímpanos están destruidos… Mientras, aceptas y compartes con un desconocido conectado pero le temes y escapas a una persona de carne y hueso que se te acerca…”.
Sabemos que en la actualidad, cada año, cada mes, prácticamente cada día cambian las computadoras, los celulares, los coches. Evolucionan. Sus funciones se multiplican, las pantallas se agrandan, las conexiones a internet son mejores, más veloces y cada vez más “necesarias”.
Esta evolución nos obliga a seguirla, casi a correrla. Estamos siempre “yendo hacia” y eso nos impide disfrutar porque siempre estamos “en busca de” sin apreciar qué hacemos, con quién lo hacemos y dónde estamos. Por otra parte, y sobre todo las nuevas generaciones, interactúan y se relacionan socialmente a través de las pantallas mucho más de lo que se hacía tradicionalmente a través del contacto humano con sus referentes cercanos como familia, escuela, instituciones barriales, etc.

Las redes sociales achican distancias y brindan elementos que pueden facilitar aspectos laborales, sociales, económicos, etc. El peligro radica en que dejen de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo, que nuestra vida “suceda” a través de ella. Mayor conexión no implica necesariamente mayor comunicación. Como en todo, es imprescindible establecer un equilibrio entre ambas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario