El sueño terminó. Finalmente el
seleccionado dio todo lo que tenía y no alcanzó. La derrota ante Francia nos
dejó la sensación de que esto es para lo que estamos ya que nuestras ilusiones
de progresar en el mundial estaban más vinculadas a las emociones que a la
realidad futbolística del equipo. Y todos lo sabíamos. Íntimamente esperábamos
que Messi apile rivales y defina el partido pero también sospechábamos que era casi la
única esperanza posible: demasiado poco para tener aspiraciones serias.
Hoy no supimos aprovechar ni
siquiera que un tiro fortuito primero y la casualidad después, nos pusieran
arriba en el marcador. Ni eso aportó la dosis de confianza que todo jugador
necesita para rendir al máximo y en esto, nuevamente, hay que reclamarle a
Sampaoli: nadie se sentía titular e importante ni estaba convencido como para
jugársela, encarar, equivocarse y saber que no pasa nada. La prueba fehaciente es el muy buen partido que jugó Di María después del gol, como
sintiendo que ya tenía un colchón donde descansar si se equivocaba. Hasta ese
tiro salvador, el Fideo había tenido un partido deplorable. Agüero pasó de ser titular,
con gol incluido y actuaciones aceptables, a sentarse en el banco. Higuaín, el
propio Di María, Rojo y Salvio atravesaron una situación parecida. La confianza
es imprescindible para maximizar el rendimiento y los futbolistas nunca la
sintieron, con lo cual se dificulta alcanzar el techo. La defensa ofreció
infinitas ventajas durante todo el torneo a pesar de las actuaciones aceptables
y hasta elevadas de varios de sus integrantes, lo que confirma que lo que falló
fue el sistema.
El equipo nunca apareció y esto es
atribuible directa e indefectiblemente a una falencia del técnico: nunca se
supo a qué jugamos. La defensa siempre fue endeble, el medio nunca tuvo cambio
de ritmo ni progreso por las bandas, los delanteros casi nunca encararon en el
mano a mano y el arquero no estaba definido al llegar a Rusia.
Será momento de replanteos y
proyectos de cara al futuro. Sin dudas es el fin de un ciclo que exige una
renovación integral. Al menos este grupo entregó todo lo que tenía y eso es irreprochable
por la tan famosa y reclamada actitud: no alcanzó con lo futbolístico. Nada para
reclamar, no siempre se llega a finales y quizá recordarlo nos ayude a
valorarlas.