jueves, 21 de junio de 2018

Con un pie afuera del mundial

Argentina fue goleada sin atenuantes y quedó al borde de la eliminación.


¡Fracasados! ¡Pechos fríos! ¡Amargos! ¡No vuelvan más! ¡Cagones! Estas expresiones eran comunes en cada una de las finales que perdió el Seleccionado argentino. ¿Que serían ahora entonces si -como parece- quedamos afuera en primera ronda? Si saliendo subcampeón seguido despreciaban a todos, ¿qué harían ahora? Pero... ¿No darían la vida y algo más por tener al menos la ilusión de alcanzar otra final? ¿Por pasar siquiera a octavos?

Así de vacío está el cerebro del hincha argentino, que necesitado de éxitos que no consigue en la faz personal le exige a la Selección y sobre todo a Messi que cumplan con “la obligación” de darle una alegría. Y lo peor es que muchos jugadores y el propio Lío no pueden despegarse de esa presión y de esa “deuda”.

Futbolísticamente nunca sostuvimos ilusiones sólidas para este mundial y hoy Croacia nos puso en el lugar con 3 cachetazos muy dolorosos que nos hace pensar íntimamente que hasta quizá sea menos malo no pasar de ronda.

Varios jugadores -con el astro incluido- parecen sufrir la camiseta albiceleste y no pueden sacarse de la cabeza el estigma de no ganar nada. No hay respuestas anímicas, ni físicas, ni de carácter, ni de fidelidad a sí mismo, la más importante de todas las fidelidades.

En lo que tiene que ver estrictamente con el juego, el equipo nunca fue tal. Sampaoli siguió trasmitiendo mucha confusión, poca convicción y nada de autoridad. Improvisó jugadores en puestos en los que no se han destacado y equivocó los planteos y el dibujo en ambos partidos. A esto hay que sumarle que las respuestas individuales fueron paupérrimas y que el grosero error de Caballero sepultó las pequeñas ilusiones que los propios jugadores tenían de ganarle a Croacia: allí se terminó el partido y solo quedó esperar el final y ver qué hacía el rival, que para colmo de males se inspiró y convirtió dos goles más. No hubo respuestas anímicas, coraje, bronca, patriadas, vergüenza, rebeldía.

Ahora sí se podría -con una aceptable dosis de objetividad- tildar de fracaso el desempeño albiceleste si finalmente nos volvemos en primera ronda. Todos aquellos que repudiaban los segundos puestos deberían replantearse ese exitismo, esa desmesurada exigencia hacia quienes sin duda alguna quieren el triunfo más que los propios hinchas. Y deberán también inventar calificativos despectivos, ya que fueron usados todos con los eternos subcampeones.

Esta realidad suena a crisis terminal y debe ser bienvenida, ya que toda crisis genera cambios significativos. “Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante solo cabe mejorar” dice el enorme Serrat. Si la suerte nos ayuda, quizá logremos estar una semana más en Rusia y estos jugadores puedan entregar ese plus que eternamente esperamos de ellos. Si no, definitivamente será momento de barajar y dar de nuevo.

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