Argentina fue goleada sin atenuantes y quedó al borde de la eliminación.
¡Fracasados!
¡Pechos fríos! ¡Amargos! ¡No vuelvan más! ¡Cagones! Estas
expresiones eran comunes en cada una de las finales que perdió el
Seleccionado argentino. ¿Que serían ahora entonces si -como
parece- quedamos afuera en primera ronda? Si saliendo
subcampeón seguido despreciaban a todos, ¿qué harían ahora?
Pero... ¿No darían la vida y algo más por tener al menos la
ilusión de alcanzar otra final? ¿Por pasar siquiera a octavos?
Así
de vacío está el cerebro del hincha argentino, que necesitado de
éxitos que no consigue en la faz personal le exige a la Selección y
sobre todo a Messi que cumplan con “la obligación” de darle una
alegría. Y lo peor es que muchos jugadores y el propio Lío no
pueden despegarse de esa presión y de esa “deuda”.
Futbolísticamente
nunca sostuvimos ilusiones sólidas para este mundial y hoy Croacia
nos puso en el lugar con 3 cachetazos muy dolorosos que nos hace
pensar íntimamente que hasta quizá sea menos malo no pasar de
ronda.
Varios
jugadores -con el astro incluido- parecen sufrir la camiseta
albiceleste y no pueden sacarse de la cabeza el estigma de no ganar
nada. No hay respuestas anímicas, ni físicas, ni de carácter, ni
de fidelidad a sí mismo, la más importante de todas las
fidelidades.
En
lo que tiene que ver estrictamente con el juego, el equipo nunca fue
tal. Sampaoli siguió trasmitiendo mucha confusión, poca convicción
y nada de autoridad. Improvisó jugadores en puestos en los que no se
han destacado y equivocó los planteos y el dibujo en ambos partidos.
A esto hay que sumarle que las respuestas individuales fueron
paupérrimas y que el grosero error de Caballero sepultó las pequeñas
ilusiones que los propios jugadores tenían de ganarle a Croacia:
allí se terminó el partido y solo quedó esperar el final y ver qué
hacía el rival, que para colmo de males se inspiró y convirtió dos
goles más. No hubo respuestas anímicas, coraje, bronca, patriadas,
vergüenza, rebeldía.
Ahora
sí se podría -con una aceptable dosis de objetividad- tildar de
fracaso el desempeño albiceleste si finalmente nos volvemos en
primera ronda. Todos aquellos que repudiaban los segundos puestos
deberían replantearse ese exitismo, esa desmesurada exigencia hacia
quienes sin duda alguna quieren el triunfo más que los propios
hinchas. Y deberán también inventar calificativos despectivos, ya
que fueron usados todos con los eternos subcampeones.
Esta
realidad suena a crisis terminal y debe ser bienvenida, ya que toda
crisis genera cambios significativos. “Bienaventurados los que
están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante solo cabe
mejorar” dice el enorme Serrat. Si la suerte nos ayuda, quizá
logremos estar una semana más en Rusia y estos jugadores puedan
entregar ese plus que eternamente esperamos de ellos. Si no,
definitivamente será momento de barajar y dar de nuevo.
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