sábado, 16 de junio de 2018

La Selección apenas empató y ratificó dudas en el arranque del sueño mundialista


La expectativa era enorme. El sábado no llegaba más y el once titular conocido desde hace días generaba críticas y disconformidades al por mayor pero que no lograban aplacar la gran ilusión que siempre despierta un debut de esta magnitud. El despertador bien temprano, las confirmaciones de quienes vienen a ver el partido, las banderas, las facturas, el mate y los nervios de la previa: Messi y compañía tenían la obligación de cambiar el malhumor social marcado por el dólar, los paros, los tarifazos, las paritarias, el frío y la falta de respuestas.

Comenzó a rodar la pelota y el desempeño de los futbolistas fue tan apático, desorientado e irresoluto como la actualidad argentina. La “Pulga” insinuó más de lo que pudo concretar, Meza tardó mucho en acomodarse, Salvio solo acompañó con más voluntad que ideas, Di María aportó la confusión e improductividad acostumbrada, Biglia se equivocó en casi todas como siempre, Sampaoli desde el costado solo transmitió nervios, Mascherano recuperó todas, Otamendi ofreció firmeza y Agüero insinuó que –por fin- puede ser su mundial. El resto, ni fu ni fa. Para colmo, el astro no ligó ni un poquito en las pocas que generó y, además, malogró un penal muy mal ejecutado, casi con desidia. Ese punto de inflexión pareció socavar el ímpetu reinante en cada rincón del planeta donde algún argentino esperaba desatar ese nudo en la garganta con algún grito desaforado.


Faltó sorpresa, cambio de ritmo, rotación, confianza para encarar en el mano a mano, decisión para buscar el área rival, juego asociado. El técnico no logró conectar el medio con los puntas y Lío tenía que bajar para comenzar la jugada, continuarla -si encontraba con quien conectarse- y llegar al área para terminarla: demasiado para un solo hombre. Mascherano, una vez más, confundió su rol y se adueñó de todas las pelotas quitándole posibilidades de progreso, creatividad, sorpresa, profundidad  y peligro a cada avance albiceleste. El doble cinco de contención no se entendió mucho para enfrentar a un equipo que se sabía de antemano que solo iba a defenderse y apostar a algún contragolpe o a algún cabezazo.

En el saldo positivo está Pavón, confirmando el desequilibrio y desparpajo para encarar que se espera de él y Sampaoli, metiendo mano a tiempo con los cambios y atendiendo lo que el desarrollo exigía, aunque quizá Lo Celso le hubiera aportado lo que Banega –nuevamente- no pudo.

La ilusión está intacta. Queda mucho por andar y hay con qué respaldar el sueño. Resta esperar que los debutantes se asienten y crezcan, que Messi explote como esperamos, que Agüero confirme que es su momento, que Sampaoli realice los cambios que el debut evidenció como necesarios, que la suerte acompañe un poquito, y que la redonda empiece a rodar de nuevo en el partido que siempre es el más importante del mundial: el próximo.

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