jueves, 19 de octubre de 2023

¿Quién gana? Quienes lo deciden, probablemente no…

 


“Primera vuelta, la p… que te p…” es el jingle de cierre de campaña del candidato a presidente que supuestamente lidera las encuestas. Vale aclarar que este ejemplo es solo un exabrupto “light” de los muchos groseros y muy agresivos que ha tenido desde que se lo conoce públicamente. Este personaje -porque de eso se trata- no hace más que desnudar la violencia, intolerancia, ecpatía (está bien escrito), soberbia y prepotencia con que se maneja. ¿Con ese “aplomo y mesura” piensa conducir los destinos de la Nación? ¿No hacen falta equilibrio, tolerancia, diálogos y consensos para semejante tarea? Pareciera poco confiable y con un desconocimiento absoluto de liderazgo y trabajo en equipo, maltratando y degradando a todo aquél que piense diferente: sin heterogeneidad no hay posibilidades de encontrar caminos que contemplen los intereses y necesidades de la mayoría. Eso, sumado a que uno de sus principales propósitos es el exterminio del Estado -a la postre, el único ente que sostiene al pobre para que no desaparezca-, con la consecuente devastación de lo poco que queda de salud y educación pública, pinta un panorama, como mínimo, peligroso.


Otro candidato con aspiraciones concretas es el actual Ministro de Economía, que sigue intentando borrar las contradicciones y vaivenes partidarios que su prolífica vida política le hace acarrear. Mientras, está en medio de una gestión paupérrima que ha ido empeorando significativamente desde que asumió, pulverizando el poder adquisitivo y multiplicando el déficit fiscal, desparramando medidas populistas y llamando a un Gobierno de unidad nacional. Si de verdad quiere un Gobierno de unidad nacional, ¿no sería deseable que esa unidad incluya a los que -junto a él- forman parte de la actual administración, de manera de permitirle reencausar desde ahora un poco de todo lo que dice que va a corregir desde diciembre? Eso no pasa y como contrapartida, la situación actual parece cada vez más caótica.

La tercera candidata en discordia ni siquiera tiene el apoyo de su jefe político, dedicado más a coquetear con Milei que a apoyarla. Y su propuesta más fuerte es “terminar con el Kirchnerismo para siempre”. Parece que no hiciera falta mucho más para reconstruir el país desde las ruinas en que lo han dejado con gestiones de las que nadie se hace cargo pero que involucra a casi todos. Intenta mostrarse firme y con carácter pero balbucea ante un intercambio que la incomode o interpele un poco. También, al igual que el actual Ministro, pretende que olvidemos los innumerables vaivenes partidarios en los que ha incurrido a lo largo de su trayectoria política, lo que dificulta saber para dónde quiere ir, si es que lo sabe.

Ante este panorama, estamos a merced de una elección que, en el mejor de los casos, nos permite ilusionarnos apenas con que la cosa no empeore demasiado, aunque no tengamos muchos elementos ciertos para sostener esa esperanza. ¿Será que nuestros candidatos son el reflejo de nuestra sociedad? Como sea, es hora de elegir y hacernos cargo de nuestras decisiones, preparándonos para asumir los costos que –como siempre- inevitablemente tendremos.

martes, 27 de diciembre de 2022

Messi, campeón del mundo antes de ser campeón del mundo

 “Si bien todos queremos ganar la Copa, quiero decirte que más allá del resultado, hay algo que no te va a sacar nadie: atravesaste a cada uno de los argentinos. La periodista Sofía Martínez sorprendía al capitán instantes después haber conseguido el pasaje a la final del mundo, diciéndole lo que sus admiradores hubieran querido pero no tuvieron la posibilidad o simplemente no supieron cómo. Por si no había sido lo suficientemente elocuente, Martínez continuó: “No hay nene que no tenga tu remera, la original, la trucha, la inventada o la imaginaria. Marcaste la vida de todos". "Para mí es más grande que cualquier copa del mundo y eso no te lo va a sacar nadie”.

Es preciso aclarar que esta nota la escribe uno de los más atravesados de manera indeleble por su magia y magnetismo, con lo cual todo lo escrito estará ineludiblemente condicionado por eso. Además de embelesado admirador, me convertí en su furioso y rústico defensor -siempre al borde de la roja-  porque, aunque usted no lo recuerde, durante muchos años fue tan atacado, insultado y denigrado que había que intentar hacer justicia con ese muchacho que recorría miles de kilómetros solo para ponerse la celeste y blanca, jugar y volverse. Que relegaba sus horas de descanso, hacía más goles que cualquiera y sufría como nadie cada resultado adverso. Que no protestaba, no le echaba la culpa a nadie, seguía trabajando, buscando mejorar y darle al fútbol argentino aquello que todos anhelábamos. Cabe aclarar que aun se buscan de manera infructuosa los pergaminos, títulos y –sobre todo- las emociones generadas por aquellos acérrimos detractores que hacían campaña en su contra exigiéndole títulos y alegrías, quizás para sacudir sus pálidas existencias.

Se podría continuar la editorial tirando números y estadísticas que a Leonel lo colocan en la cima de la historia del fútbol mundial, con varios escalones por encima de quien pretenda disputarle el trono pero no, la intención es destacar la inmensidad del 10, más allá de sus records. No hay nene futbolero –ni adulto- que pueda evitar un desborde de emociones si lo ve de cerca. Ni hablar si consigue alguna palabra, una foto o su firma. Claramente su magia a la hora de acariciar la pelota es –valga la paradoja- el puntapié inicial para tamaña devoción pero, sin dudas, ésta se asienta también en muchos otros aspectos en los que el rosarino es referente indiscutido: sencillez, disciplina, educación, respeto, trabajo, compromiso, compañerismo y responsabilidad son algunas de sus características. Y quizás ése sea su mayor legado: que nuestros jóvenes tienen como ídolo a un tipo que es un ejemplo de laburo, de perseverancia, de esfuerzo, de humildad. Alguien que trata bien a los demás, que no le echa la culpa al otro, que no levanta la voz, que ama y respeta a su familia.

Parafraseando la publicidad de las coincidencias, para quienes se quedan con las emociones como sustento de los momentos significativos de la vida, tenemos todo lo que entregó y entrega, conmovió y conmueve Leonel. Para quienes necesitaban la copa para valorarlo o admitir su grandeza, también tienen ahora el vil metal, con goles en todas las instancias, con dos en la final, siendo figura en cada encuentro y rompiendo los records mundialistas que tuvo a su alcance.

Ojalá seamos muchos más los que miramos la vida en base a los caminos y los modos de transitarlos, por encima de los resultados muchas veces injustos, caprichosos y azarosos y que de ningún modo definen nuestra valía. “Ojalá te lo lleves en el corazón (el amor y agradecimiento de la gente) porque creo que es más importante que una Copa del Mundo y eso ya lo tenés, así que gracias Capitán", cerraba su monólogo la periodista Martínez. Ojalá Messi lo sienta en su corazón como lo sentimos todos nosotros. Bah, la mayoría… Y gracias por tanta emoción, eternas, doradas y mágicas gracias.



jueves, 14 de enero de 2021

Covid 19: ¿virus respiratorio o "encerratorio"?

Ella tuvo síntomas y automáticamente lo comunicó y se aisló en su casa con su padre. Mientras, empezaron a buscar protocolos oficiales sobre cómo manejarse y dónde acudir para hacer el test que confirme o desestime el diagnóstico más pensado y menos deseado. Tras búsquedas infructuosas, con mucha información oficial que desinforma, consiguieron hacer la prueba recién 8 días después, teniendo que esperar 72 horas para el resultado. Hoy, a diez días de aquel malestar que solo duró 3, le confirmaron el positivo y la conminaron a permanecer aislada 10 más, contando como primero cuando le hicieron el test, agregando al encierro más tiempo que las dos semanas establecidas por protocolo.

De esto se deduce que uno empieza a curarse cuando le notifican la enfermedad, no cuando la cursa, ya que si le hubieran hecho el test aquel primer día, hoy, al cumplirse la decena, ya estaría curada, según se desprende del mismísimo reporte oficial de epidemiología de La Matanza que textualmente reza que: “debe cumplir aislamiento obligatorio de 10 días contando la fecha de toma de muestra”, periodo luego del cual, le enviarán el alta sanitaria. Este criterio es tan insolvente como ridículo y hasta apela a incapacidades intelectuales preocupantes, ya que si las enfermedades solo realizan su proceso a partir del diagnóstico efectivo de autoridad competente, todos aquellos que tuvieron gripe en 2020 pero no fueron al médico, todavía están enfermos y se curarán recién al séptimo día de su confirmación; mientras tanto, estarán contagiando a todo mundo, irresponsablemente.


Claramente la ironía pretende reflejar la suma de incoherencias de las autoridades respecto a la evolución de una enfermedad de la que aún hoy, un año después, siguen sin ofrecer datos concretos y certeros acerca de su impacto real. Muchos dirán: “murieron 45 mil personas en Argentina por Covid, ese es un dato concreto”, pero... en esa estadística figuran dos positivos “confirmados” en la casa de la protagonista de esta historia pero al padre no lo hisoparon ni tuvo inconvenientes. Y en una familia tipo, el número se multiplica por 4 porque solo testean a un integrante por hogar y “solidarizan” el resultado. Esto echa un manto de duda no solo sobre las cifras sino también sobre la veracidad de todo lo circulante al respecto. Algo irrefutable, por ejemplo, son los 32 mil muertos en 2019 en nuestro país a causa de la gripe, porque este número no contiene positivos “solidarios”, convivientes o "convenientes". Sin embargo, esa cifra no alarmó a los gobernantes, ni a los medios de comunicación, ni a usted ni a mí.

Otro aspecto preocupante de este entuerto es la falta de información fehaciente sobre lugares donde hisoparse, lo que, en teoría, echaría luz al estado de salud real de todos y todas. Y cuesta mucho atribuir esto a descuidos o ineptitud, más bien parece desidia, en un mundo atravesado por vías de comunicación tan eficaces como inmediatas. Solo citando dos ejemplos constatados, ni el hospital Germani, ni el Balestrini testean, a pesar de figurar en páginas oficiales. Y a los móviles del Plan Detectar cuesta localizarlos ya que –al menos en La Matanza- no hay un mapa y/o cronograma oficial de su funcionamiento y cuando por fin nuestra víctima –y no del Covid- encontró uno, no hacían el test ese día “por la lluvia”, aunque había llovido, pero a la madrugada.

Para completar el combo de informaciones confusas que harían dudar hasta al más acérrimo apoyador de gobiernos de turno, el “Plan Buenos Aires vacunate”, destinado en principio a grupos de riesgo y que en su página oficial figura como optativo, exige registrarse para quedar a la espera de la convocatoria. En ese registro “voluntario” pregunta si uno tiene decidido vacunarse y ofrece 3 opciones: “sí”, “no” y “aún no lo decidí”; sin embargo, la única respuesta admitida para completar el formulario es “sí”, los otros dos botones no remiten a ningún registro y sencillamente ignoran el clickeo. ¿Coincidencia? ¿Mal funcionamiento de la página? Lo cierto es que si, para registrarte solo podés responder “sí, me voy a vacunar”, lo del registro optativo pudiendo decidir después no estaría siendo tan veraz.

Por otra parte, si bien el sector de epidemiología de La Matanza ofrece un seguimiento telefónico y vía mail que atiende pacientes a la hora de acompañar la evolución de la enfermedad, evidentemente son muchas las incógnitas y pocas las certezas en torno a los procesos a seguir. E incomprensiblemente también, en www.argentina.gob.ar hay info sobre las restricciones pero no tanto sobre qué hacer si uno tiene síntomas, al tiempo que en “preguntas frecuentes”, solo hay datos sobre la vacunación y los “teléfonos útiles” solo dan respuestas automatizadas que remiten a aislarse e ir en procura de un hisopado muy difícil de encontrar.

Las certezas ofrecen tranquilidad, permiten trazar un norte, proyectar una forma de vida. Sin embargo, ante tamaña confusión generada por quienes debieran aportar claridad, el encierro muchas veces parece ser el objetivo y no la consecuencia de la pandemia. Ya lo sentenció George Orwell en su célebre 1984: "La mentira elegida pasaría a los registros permanentes y se convertiría en la verdad".

sábado, 9 de enero de 2021

Doble moral: la argentinidad al palo

 

“Quedate en casa”, repitió Alberto hasta el hartazgo –incluso enojado- y, además de fotografiarse en comidas y reuniones sin barbijo, organizó un funeral tan demagógico como innecesario y peligroso, para un millón de personas. “Son unos descerebrados/as” decían muchos/as sobre quienes asistieron a la despedida del astro, sin embargo después aparecieron en las multitudinarias vigilias y marchas pro aborto. Macri se preocupa ahora por la pobreza pero no formaba parte de su vocabulario cuando en su gestión superó la friolera cifra del 40%. El precio del dólar y la inflación eran fundamentales y publicación cotidiana para muchos/as hace un puñado de meses y ahora desaparecieron de las redes (y aparecieron los de enfrente, con esos temas que antes omitían). La justicia está comprada si procesa a tal o cual pero fulano/a es considerado/a inocente si es sobreseído por esa misma justicia. “Será el cristal con que se mira, que ve distinto lo que es igual” dice una canción que pretende denunciar este doble discurso pero su autor en sus presentaciones no siempre canta algunos párrafos de protesta cuando quien gobierna es de su color político.


En tiempos de nuevas restricciones nocturnas a la circulación, pocos se detienen a pensar que el colectivo resulta de la suma de las partes, lo que en general –verdad de perogrullo- incluye a las partes. Claro que esto exige revisión de conductas, acciones y omisiones, tanto propias como de terceros, tarea que no siempre es fácil de concretar.

“El rebrote es culpa de la juventud”, declaran adultos que olvidan quiénes enseñaron a esas juventudes a ser como son. “La vacuna no me la pongo ni loco porque no es segura”, declaman quienes nunca supieron cuánto de seguridad tenían todas las que se pusieron en sus vidas. La lista de ejemplos de este estilo podría llenar las páginas de un libro pero no es la idea, la intención es invitar a la reflexión interna y entender que, por más que resulte sencillo y práctico, nunca es solución echarle la culpa a los demás: no esperes resultados distintos si seguís actuando igual.

Lo que está mal está mal, lo haga quien lo haga. La justicia es justa o es corrupta pero eso no depende de a quién condene o a quién libera. Los jóvenes no son lo que son –para bien y para mal- porque un repollo los educó así: fue esta sociedad, estos gobiernos, estas escuelas, estos padres, instancias en las que todos y todas, por acción o por omisión, somos protagonistas.

Usted podrá decirme: yo desde mi lugar no puedo modificar nada y hasta quizás tenga razón pero, por ejemplo, si cada docente se ocupara de que nuestros jóvenes aprendan en lugar de quejarse del sistema -y escudarse en él-, lo más probable es que tengamos más estudiantes mejor preparados/as que los/as que tenemos. Si quienes denuncian la pobreza –porque les preocupa genuinamente-, lo hicieran siempre y no dependiendo del color del gobierno de turno, lo más probable es que haya más y mejores programas para combatirla. Si todos/as convirtiéramos en actos nuestros dichos, la coherencia se impondría por goleada a la hipocresía y de ese modo es bastante más probable que uno se cuide si quien me lo recomienda me demuestra que lo hace y no a la inversa. Si quienes defienden la vida, además de enarbolar la bandera mediática del aborto, lucharan con el mismo ahínco por los/as abuelos/as que se mueren esperando que el sistema de salud los atienda –que son muchos más que quienes fallecen por abortos clandestinos-, la defensa por la vida empezará a estar respaldada con hechos. Cuando empecemos a revisarnos, seguramente estaremos empezando a cambiar algo. Mientras tanto, estaremos dándole la razón a Bertrand Russell cuando afirma que “la humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica”.

domingo, 10 de mayo de 2020

El deterioro emocional, grave daño colateral de la cuarentena


Angel visita a su mamá todos los días. Ella tiene 75 años, vive sola y es autosuficiente pero él aparece cada tarde, la saluda de lejos, se prepara el mate y se sienta en la otra punta de la mesa para conversar con ella por espacio de una hora. Rompe la ley porque no debiera visitarla ya que ella se arregla sola y ante la requisitoria al respecto, responde: ¿qué querés, que se muera? Si no tiene con quien charlar y ni siquiera puede hablar con los vecinos, se me muere en una semana, justifica. Gabriel no ve a su hija de 3 años hace más de 50 días porque al estar separado de la madre, ella se escuda en el temor y en la prohibición de salir para que él no la visite, limitándolo a videollamadas en las que lucha para evitar que el dolor por no poder hacerle una caricia a su hija lo desborde. Raúl y Susana esperaron muchos años para ser abuelos hasta que por fin su hijo, a sus casi 40, se dignó a tener descendencia. Ese pequeño era casi el único motivo de felicidad en el complejo declive que implica ser viejo en tiempos de capitalismo salvaje pero se lo arrebataron ya que la ley les impide ir a visitarlo o recibirlo en su vivienda y sienten que están muriendo de tristeza mientras… ¡están muriendo de tristeza! Las personas que se aman pero no conviven (que son muchísimas, al igual que las que sí conviven pero no se aman) no pueden verse porque “no es esencial” y la norma castiga a quienes se desplacen para abrazarse con ese ser tan especial, con el consiguiente impacto emocional, tan profundo como  desatendido.
Gabriel, Raúl, Susana y cada uno/a de quienes se encuentran en situaciones similares alimentaban su esperanza y soportaban su prisión domiciliaria pensando que el 13 de abril (luego de la única extensión del aislamiento sanitariamente justificada) se terminaba todo. Después, se propusieron aguantar hasta el 27, luego hasta el 10 de mayo y ahora sospechan que ya nada tiene sentido. A Ángel  no le pasa eso pero debe lidiar con su conciencia porque se sabe en falta aunque eso sirva para que “la vieja” esté bien. ¿Realmente alguien puede pensar que si alguno de los personajes mencionados no se cuidara tomando todos los recaudos recomendados por los expertos iría a ver a esa persona tan querida, exponiéndola al virus? ¿De verdad alguien con sentido común no ve que hay más riesgo de contraer y propagar el Covid-19 yendo al súper que visitando a alguien en su casa? ¿En serio los sentimientos no importan y se puede aceptar una rigidez legal más simbólica que concreta y que ocasiona mucho más daño que el que en teoría intenta combatir?
Usted me dirá que con la cuarentena se salvaron miles de vidas y se aplanó la curva de contagio y es cierto pero con una salvedad: no se evitó ningún mal aún, simplemente se pateó el problema para adelante porque sin la concientización necesaria, cuando se termine el encierro –que indefectiblemente ocurrirá algún día- los contagios van a proliferar y, tristemente, un porcentaje de los infectados va a morir. También usted me podrá decir que se ganó tiempo para fortalecer la estructura sanitaria, de modo que permita afrontar mejor el famoso pico de contagio y también es cierto pero es preciso aclarar que ese fortalecimiento ocurrió en los primeros 20 días y luego de ello la cuarentena se volvió esclava de su propia efectividad y ahora deshacerla, aterra.
Se esperaba la explosión de contagios para mayo y luego esa previsión se desplazó para junio en virtud del “éxito” del plan de prevención. Ese triunfo no es tal porque la curva se desplazó hacia adelante simplemente porque la gente sigue encerrada, lo que equivale a decir que para evitar que te suicides te impiden el acceso a cualquier tipo de arma cuando lo que debieran hacer es convencerte de cuidarte, de valorarte y de preservar tu vida. Y si eso no ocurre, cuando puedas manotear una navaja te vas a cortar las venas y que eso no pase mientras tienen tus manos atadas no significa éxito sino solo posponer el trágico desenlace, a la fuerza.
Algún analista de “la oposición” dijo que encerrar a la gente para que no se contagie era como evacuar a una ciudad ante un incendio y condenarla a la precariedad permanente en lugar de combatir las llamas. Otros “opositores” sostienen que con una población mundial de más de 7 mil millones de personas, 4 millones de contagiados (menos del 0,06%) y 275 mil muertos (menos del 0,004%) no justifican medidas tan desproporcionadas. Algunos "malintencionados" también recuerdan que el año pasado en nuestro país murieron 33.000 personas por gripe y neumonía pero nadie se asustó porque los medios no te contaban los muertos todos los días, todo el día.
Un informe de 2015 de Perspectives on Psychological Science -citado adrede por no estar contaminado de intereses pro o anti cuarentena- dice que la sensación de soledad y el aislamiento social son factores de riesgo  tan poderosos para la mortalidad como la hipertensión, el cigarrillo o el colesterol alto y su investigación arrojó que el aislamiento, la soledad y el vivir solo incrementan la posibilidad de morir en un 29%, 26% y 32%, respectivamente. El Departamento de psiquiatría de la Fundación INECO, por su parte, afirma que facilitar la comunicación con los seres queridos puede tener un impacto poderoso en la salud emocional de las personas en cuarentena. Al mismo tiempo los expertos dicen que cuanto más estricto y duradero sea el aislamiento, más graves y permanentes son las consecuencias psicológicas, la angustia, la depresión y la inmunodepresión.
Está claro que la cuarentena era necesaria y que su oportuna aplicación trajo enormes beneficios y salvó vidas. Es sabido también que la normalidad como la conocíamos ya no tendrá lugar en nuestra cotidianeidad por muchos meses. Al mismo tiempo, es igual de evidente que no se puede salir livianamente del aislamiento sin entender que muchas actividades estarán vedadas por un periodo impreciso de tiempo y que el contacto social debe estar limitado al mínimo imprescindible. Habrá que evitar aglomeraciones, reducir el uso del transporte público, respetar las distancias, acostumbrarse al barbijo y seguir estrictamente el protocolo correspondiente en cada una de las actividades que se realicen de acá en más. Todas estas medidas ayudarán a preservar la salud de todos y todas pero no son menos importantes que el aspecto emocional,  el cuidado de los afectos y el fortalecimiento anímico tan necesario para hacer frente a un hecho que sin dudas está convirtiéndose en una bisagra en la historia de la humanidad. Es imprescindible atender estas cuestiones de manera urgente porque la angustia y la incertidumbre son tan silenciosas como dañinas y están ahí, agazapadas, compitiendo con el coronavirus para ver quién hace más daño.


jueves, 23 de abril de 2020

¿La cuarentena indefinida es la solución?


Carlos estuvo unos 10 minutos en el almacén, sin barbijo. Compró varias cosas y consultó varias otras. Recorrió el local mirando, tocando y preguntando hasta que finalmente dejó sobre el mostrador los 1.000 pesos para que el comerciante le cobre. Claro, dejó también miles de micropartículas de saliva por todos lados como para propiciar el contagio de quienes compren en ese negocio, detrás suyo. Cuando le dije que hay que usar barbijo me miró con desdén, con soberbia y hasta con desprecio haciendo, por supuesto, caso omiso de mi recordatorio. El dueño del comercio pretendió atenderme rápido porque se le estaba juntando gente, sin limpiar los lugares por donde había estado escupiendo el comprador y solo lo hizo a desgano ante mi exigencia y la complicidad silenciosa de los clientes que estaban detrás mío.

La cuarentena podría durar un año más que, con conductas así, el coronavirus igual se hace una fiesta. Y en nuestro país, con gente tan “viva” y con tanto desprecio por las normas y por el respeto hacia el otro, esta escena puede ocurrir tranquilamente a la vuelta de tu esquina. Y esto lleva a pensar que quizás el aislamiento obligatorio ya cumplió su ciclo y se impone ahora la conciencia ciudadana: si no te cuidás y cuidás al otro, el riesgo se potencia y estaremos todos en peligro. Estará en las decisiones de las autoridades -tan pertinentes y oportunas hasta el momento- arbitrar los medios para que la salida del encierro sea prolija y no se desmadre pero lo cierto es que seguir presos en nuestros hogares pierde cada vez más el sentido si no tomamos conciencia de lo delicado de esta situación. De este modo, retardar la liberación -que tendrá que suceder tarde o temprano- solo retarda la hecatombe social, económica y sanitaria y lo preocupante y peligroso es que Argentina no tiene los recursos para afrontar ninguno de los 3 frentes en caso de desborde. 

El aislamiento social, preventivo y obligatorio tuvo un resultado excelente porque la cantidad de infectados y víctimas fatales es menor incluso a las previsiones más optimistas y eso permitió fortalecer la estructura sanitaria a la espera del famoso pico esperado para mayo, que ahora se desplazó hacia junio. Y como bien explicó el Presidente Alberto Fernández, las vidas que se salvaron con eso bien vale afrontar cualquier freno en la economía, sensiblemente afectada por el parate de casi 40 días. El problema es que la cuarentena no se puede extender en el tiempo por varias razones: en primer lugar, la ciudadanía está cada día menos dispuesta a acatarla, con lo cual su rompimiento y los descuidos proliferan y se multiplican; en segundo término, porque las necesidades de los millones de trabajadores informales exigen salir a buscar el mango (a pesar de la constante presencia del Estado asistiendo a cada persona/grupo/sector que lo necesite) y por último, porque las arcas estatales están cada vez más flacas y esa delgadez se profundiza conforme se extienda el parate. Ante este panorama, la finalización del encierro se impone tanto como las normativas necesarias para evitar contagios masivos y para esto no alcanza solo con decisiones gubernamentales acertadas sino que es preciso también, indefectiblemente, el compromiso y la responsabilidad individual de todos y todas.

Para más adelante quedará la discusión de cuánto de conveniente fue cerrar la economía y hasta cuando fue prudente hacerlo. EE UU, por citar el ejemplo más opuesto a las medidas tomadas en nuestro país, es quizás la muestra más acabada de que subestimar la pandemia solo acarrea miles de muertos y eso no hay superávit que lo compense. Habiendo hecho todo mal, priorizando la economía y tratando de “resfrío” al virus, ya se acercan a los 50 mil fallecidos, con alrededor de 800 mil infectados. Y con estos números, no podemos dejar de lado el festín que se hacen los medios de comunicación poniendo títulos en rojo con cifras que hacen temblar y venden miedo las 24 horas, alarmándose y poniendo el grito en el cielo por el dolor que generan los 3539 fallecimientos registrados ayer en el mundo por el Covid-19 pero sin mencionar siquiera las 17.500 muertes diarias (5 veces más) por desnutrición, decesos más fácilmente evitables que los de la pandemia pero que parece que no son tan preocupantes o no venden tanto. A pesar de esta salvedad, hay que decir que es cierto que los números del país del norte son desastrosos pero también que son cifras muy similares (aunque lamentablemente las va a superar con creces) a las que le cobró la gripe en 2017, solo por citar un ejemplo. Y que la tasa de mortalidad es muy similar aunque la Organización mundial de la salud (OMS) se haya encargado en las últimas semanas de difundir que es 10 veces más letal a pesar de que matemáticamente sea difícil de entender y no den las cuentas.

Y a este desalentador panorama debemos agregarle los males generados por lo inusual y desorientador de una situación inédita e impensada en nuestras vidas. Una pandemia azota, con un enemigo desconocido y hasta ahora invencible y el miedo y la incertidumbre, en mayor o menor medida, se apoderan de nosotros. La angustia de sentirse acorralados, el temor por los seres queridos, la impotencia por quienes no comprenden la magnitud del problema, la falta de recursos, la soledad, la tristeza, la ruptura de las rutinas organizadoras de nuestra cotidianeidad y la desazón que provoca no saber cuándo vas a poder dar ese abrazo que tanta falta te hace son un combo letal.

Claramente el encierro ya no es el camino aunque tampoco se puede volver a la vida normal porque eso garantizaría el desastre que todos tememos. Y en esta ecuación pagan justos por pecadores porque mientras quienes se cuidan, toman los recaudos necesarios y evitan salir privándose incluso de visitar a sus afectos más sensibles, andan por tu barrio muchos Carlos y Carlas haciendo que a pesar de todo vos, que hacés las cosas bien, te puedas contagiar en el almacén, en la ferretería, en el cajero o en cualquiera de esos lugares de los que ninguno podemos escapar.

Es momento de pensar en el otro porque eso es pensar en uno mismo. Esta frase tan hipócritamente declamada por tanta gente hoy exige imperiosamente su puesta en práctica pero de verdad: auténtica, genuina, empáticamente. Casi como debieran ser todos los actos en nuestra vida.

domingo, 22 de marzo de 2020

Cuarentena: aprendemos a vivir o nos resignamos a morir


Recién van 48 horas del aislamiento social, preventivo y obligatorio y ya hay más de 3200 detenidos por infringir la oportuna, previsora e imprescindible norma establecida por el Presidente Alberto Fernández a través de un DNU. Para tomar dimensión de la gravedad de este hecho es necesario considerar que los aprehendidos son apenas un pequeño porcentaje de las personas que, pudiendo no salir de sus casas, se dedicaron a dar una vuelta por ahí, a hacer footing o ciclismo, a “hacer esquina”, a irse de picnic o a “ejercer su derecho” de andar libremente. Y esto sucede porque no alcanzan las fuerzas de seguridad para controlar cada rincón del país y a cada inconsciente que se desinterese del bien común.
Si no circulamos, no circula el virus
Claramente la clave está en que entiendan la situación y quizás su propio desprecio por su vida y por la de los demás pueda servir de ejemplo para tomar conciencia: si no fueron detenidos a pesar de cagarse en las normas y en el prójimo fue porque las fuerzas de seguridad no dan abasto para controlar y apresar a tanto idiota. Usted me dirá ¿y? Bueno... si hay muchos infractores no hay policía que alcance y así los egoístas irresponsables pueden seguir rompiendo las reglas durante algunos días más sin ser alcanzados por los efectivos del Estado dispuestos para tal fin. Y lo grave, preocupante e irreversible es que si lo que se multiplica como los infractores son los infectados, tampoco van a dar abasto las instituciones y el personal de salud para atender a tanto enfermo y la consecuencia de esto va a ser muy distinta a la de seguir paveando en la calle: la gente que necesita atención médica y no la recibe, se muere. Y cuando los infectados se multiplican tan rápido (como está sucediendo en cada lugar del mundo en que se subestimó la situación del mismo modo que hace cada uno/a de los que no respetan la cuarentena) no hay manera de que haya disponibles ni médicos, ni enfermeros, ni camas, ni medicamentos, ni respiradores ni espacio físico donde atenderlos.
Una vez más queda en evidencia que la única manera de vivir en sociedad y no morir en el intento (nunca tan literal) es respetar las normas. Las pautas de convivencia se establecen buscando el bien común y aunque muchos/as sientan que no están alcanzados por esa premisa, es buen momento para llamarse a la reflexión y entender que situaciones excepcionales exigen comportamientos excepcionales. Si la pandemia requiere aislarse socialmente como única medida eficaz para detenerla y que todo esto no devenga en un caos inmanejable, no queda otra que colaborar y entender que si los expertos están desesperados y piden a gritos al planeta entero que se aísle, es porque quizás el panorama es más oscuro y pesimista de lo que podemos ver los ciudadanos comunes.
El virus ya circula mucho más en Argentina, se está extendiendo por todo el territorio y está a la vuelta de la esquina. De este modo, es cada vez más probable que nos topemos con él en alguna persona, en algún objeto, en el suelo que pisamos, en la estantería del supermercado o en el paquete de galletitas al que alguna gotita de saliva de algún infectado pudo caerle encima, solo por citar algunos ejemplos. Es imprescindible entender esto y tomar los recaudos necesarios aunque nos parezcan exagerados: al fin al cabo es mejor quedar como exagerado que como estúpido. Y de la exageración se puede volver pero de una inconsciencia irresponsable que genere un caos sin precedentes en la historia de la humanidad, no.
En este punto es importante destacar que mirar al mundo puede darnos una mano y en ese sentido contamos con ventaja porque el virus nos llegó mucho después. España e Italia, por ejemplo (sobre todo éste último) hicieron todo mal y tarde y en 20 días sus calles vacías se convirtieron en una escena de película de terror postcatástrofe, con 72.000 infectados y más de 6.500 muertos amontonados en morgues improvisadas. Mientras tanto China, primer afectado a nivel mundial, ya empezó a controlar la pandemia y hoy tuvo su primer infectado tras 4 días sin nuevos enfermos locales. Claro, nosotros tenemos más influencia española e italiana en la sangre y, por lo tanto, tenemos menos apego a las normas, casi ninguno, diría. No tenemos la disciplina ni la conciencia social de los orientales pero esta es nuestra oportunidad de revisar esas conductas que en general nos ofrecen más tropiezos que avances.
Estamos en un momento bisagra de nuestra historia, de reposicionamientos políticos, económicos, sociales y culturales. Si usted piensa que esto es ridículo, exagerado o anticientífico, es respetable pero... ¡cuídese y aíslese igual, por las dudas! Si no lo hace por usted hágalo por sus seres queridos y por quienes lo rodean, que seguro debe haber gente que vale la pena.