“Primera vuelta, la p… que te p…” es el jingle de cierre de campaña del candidato a presidente que supuestamente lidera las encuestas. Vale aclarar que este ejemplo es solo un exabrupto “light” de los muchos groseros y muy agresivos que ha tenido desde que se lo conoce públicamente. Este personaje -porque de eso se trata- no hace más que desnudar la violencia, intolerancia, ecpatía (está bien escrito), soberbia y prepotencia con que se maneja. ¿Con ese “aplomo y mesura” piensa conducir los destinos de la Nación? ¿No hacen falta equilibrio, tolerancia, diálogos y consensos para semejante tarea? Pareciera poco confiable y con un desconocimiento absoluto de liderazgo y trabajo en equipo, maltratando y degradando a todo aquél que piense diferente: sin heterogeneidad no hay posibilidades de encontrar caminos que contemplen los intereses y necesidades de la mayoría. Eso, sumado a que uno de sus principales propósitos es el exterminio del Estado -a la postre, el único ente que sostiene al pobre para que no desaparezca-, con la consecuente devastación de lo poco que queda de salud y educación pública, pinta un panorama, como mínimo, peligroso.
Otro candidato con
aspiraciones concretas es el actual Ministro de Economía, que sigue intentando
borrar las contradicciones y vaivenes partidarios que su prolífica vida
política le hace acarrear. Mientras, está en medio de una gestión paupérrima
que ha ido empeorando significativamente desde que asumió, pulverizando el
poder adquisitivo y multiplicando el déficit fiscal, desparramando medidas
populistas y llamando a un Gobierno de unidad nacional. Si de verdad quiere un
Gobierno de unidad nacional, ¿no sería deseable que esa unidad incluya a los
que -junto a él- forman parte de la actual administración, de manera de
permitirle reencausar desde ahora un poco de todo lo que dice que va a corregir
desde diciembre? Eso no pasa y como contrapartida, la situación actual parece
cada vez más caótica.
La tercera candidata en
discordia ni siquiera tiene el apoyo de su jefe político, dedicado más a
coquetear con Milei que a apoyarla. Y su propuesta más fuerte es “terminar con
el Kirchnerismo para siempre”. Parece que no hiciera falta mucho más para
reconstruir el país desde las ruinas en que lo han dejado con gestiones de las
que nadie se hace cargo pero que involucra a casi todos. Intenta mostrarse
firme y con carácter pero balbucea ante un intercambio que la incomode o
interpele un poco. También, al igual que el actual Ministro, pretende que
olvidemos los innumerables vaivenes partidarios en los que ha incurrido a lo
largo de su trayectoria política, lo que dificulta saber para dónde quiere ir,
si es que lo sabe.
Ante este panorama,
estamos a merced de una elección que, en el mejor de los casos, nos permite
ilusionarnos apenas con que la cosa no empeore demasiado, aunque no tengamos
muchos elementos ciertos para sostener esa esperanza. ¿Será que nuestros
candidatos son el reflejo de nuestra sociedad? Como sea, es hora de elegir y
hacernos cargo de nuestras decisiones, preparándonos para asumir los costos que
–como siempre- inevitablemente tendremos.